Opinión

La libertad, el don supremo… de todos

Freedom, the supreme gift... of all

An Real Acad Farm Año 2022. Volumen 88 Número extraordinario. pp. 427-429 | DOI: https://doi.org/10.53519/analesranf.2022.88.05.09

Secciones: Bioética Otros

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Federico Mayor Zaragoza. La libertad, el don supremo… de todos. ANALES RANF [Internet]. Real Academia Nacional de Farmacia; An. Real Acad. Farm. · Año 2022 · volumen 88 · número 05:427-429.


Federico Mayor Zaragoza. Freedom, the supreme gift… of all. ANALES RANF [Internet]. Real Academia Nacional de Farmacia; An. Real Acad. Farm. · Año 2022 · volumen 88 · number 05:427-429.

Cuanto más sé más esencial aparece la libertad sin cortapisas y menos aceptable el determinismo. La grandeza de la especie humana es la libertad.

Sí, la libertad es el don supremo. Al filo exacto de las certezas y de las incertidumbres, de las luces y de las sombras, decidir, elegir, imaginar… ¡crear! Cada ser humano único, investido de la facultad de discernir, de decidir en cada instante.

Defendamos siempre nuestra libertad. No nos dejemos someter. Subrepticiamente, se está pasando del sueño de la liberación al de la prosperidad.

Las parcelas de autonomía personal van reduciéndose: en términos económicos (tarjetas de crédito, nóminas depositadas…); en el ámbito de la comunicación y la localización, por la telefonía móvil; modificaciones relevantes en la transparencia y la protección de la vida privada, debido a que los actuales mecanismos de confidencialidad están siendo manifiestamente superados por los big data; … hasta la libertad de pensamiento se halla progresivamente modulada por el inmenso poder mediático y de información que origina sin cesar estereotipos y promueve iconos que poco a poco se van adoptando…

No hay nada más antihumano que el fanatismo, que la trágica ofuscación que producen los dogmas, antítesis de la libertad, como lastre de las alas para el vuelo sin límites en el espacio infinito del espíritu. Incardinado en estructuras temporales y putrescibles, cada ser humano es capaz de crear, de decidir por sí mismo, de ser plenamente humano.

La libertad humana, única condición en los designios de la creación. Todo es predecible en el universo, todo regulado por inmutables leyes físicas y químicas… salvo la discrecionalidad humana. La dignidad humana se basa, precisamente, en el distintivo y exclusivo poder de enfrentarse sin cortapisas a las preguntas esenciales.

Esta es la grandeza de la especie humana, y es por esta razón que la Constitución de la Unesco establece que la educación consiste en contribuir a formar personas “libres y responsables”. Cada uno, despojado de adherencias y prejuicios, actuando en virtud de las propias reflexiones y nunca al dictado de nadie.

En diciembre de 1990 escribí: “Ir a Tu encuentro/ cada noche/ sin hallarTe!/ Aquí reside la más alta facultad/ que nos Has dado:/ vivir en libertad/ merodeando interrogantes/ y certezas/ hasta que un día, al fin, / sepamos./ Hoy, sólo Tus huellas”. Huellas que constituyen una lección inmarcesible de amor. Frente al poder absoluto, el amor. Frente a la opción de la fuerza y la exclusión, el amor. Constituye un indeleble mensaje histórico de dignidad compartida con toda la humanidad, dando la fórmula de la vida digna: … “al prójimo como a tí mismo”. Por eso me gusta destacar la importancia de que en algunas lenguas -castellano, catalán- el plural del “yo” sea “nos-otros”, porque “el otro”, “los otros”, constituyen una faceta indisociable de ser plenamente, del humanismo sin fisuras.

Hay que mantener a toda costa la diversidad frente a la uniformización, la unicidad capaz de anticiparse e inventar el futuro, propio de cada ser humano.

Esta es la razón de que en el título haya añadido “de todos” a “libertad, el don supremo”. Libertad propia y ajena. Con mi libertad no puedo limitar la del prójimo. Por lo tanto, nadie puede negarse a ser vacunado siendo contaminante y es que el derecho a la salud es esencial.

Es necesario, especialmente en un momento en que los peligros que se ciernen sobre la humanidad son globales y algunos irreversibles, observar el rigor científico y condicionar las decisiones en temas fundamentales al conocimiento. La Comunidad Científica debe hallarse siempre junto al poder pero nunca sometida a él. Saber: esto es lo realmente importante. La ciencia no debe nunca dejarse influir por la ideología. Tampoco la justicia. Es un escándalo que se acepte que unos jueces sean “conservadores” y otros “progresistas”. En ambos casos son malos jueces. La independencia de la justicia se representa por una balanza en la que los platillos se hallan al mismo nivel exacto. El juez debe aplicar la ley y, si cree que algunos aspectos deben mejorarse puede proponerlo a los órganos legislativos. Lo mismo sucede con los científicos: pueden ser de “izquierdas” o de “derechas” social y políticamente pero es esencial que los criterios personales no deformen su actuación.

En 1945, en un diseño realmente impecable del multilateralismo democrático, el Presidente Roosevelt estableció las Naciones Unidas, cuya Carta se inicia así: “Nosotros, los pueblos… hemos resuelto evitar a las generaciones venideras el horror de la guerra”. Pero era en aquel momento prematuro porque “los pueblos” no existían. Hasta hace unos años, la discriminación por razón de género, ideología, etnia, creencia… era prácticamente total y la gran mayoría de la humanidad, sometida siempre a un poder absoluto masculino, nacía, vivía y moría, en unos kilómetros cuadrados. “Los pueblos” carecían de voz. Hoy, y ésta es la gran esperanza, quizás la única de los tiempos que vivimos, ya podemos expresarnos libremente gracias a la tecnología digital, y se han hecho grandes progresos en el reconocimiento de la igual dignidad humana.

Ahora, cada ser humano único, capaz de crear, capaz de expresarse, ya puede decidir evitar a las generaciones que llegan a un paso de la nuestra el horror de la guerra. Ahora ya podemos sustituir el terrible adagio “si quieres la paz, prepara la guerra” por el de “si quieres la paz, prepara la palabra”.

Para ser libres tenemos que ser actores y no espectadores de lo que acontece. Los medios de comunicación, las redes sociales…, son de tanta envergadura que requieren que la ciudadanía, consciente de sus responsabilidades, actúe y participe.

Ahora, por fin, un multilateralismo democrático podría sustituir la gobernanza supremacista y plutocrática que durante las últimas décadas ha prevalecido. Ahora, por fin, cada ser humano, “libre y responsable” como define lúcidamente la Constitución de la UNESCO a los educados, puede participar en la reconducción de las actuales tendencias.

Sí: libertad, el don supremo de todos. Su pleno ejercicio en un contexto democrático es la mejor previsión del futuro que anhelamos.