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3. GENÉTICA DEL DESARROLLO
Desde el punto de vista genético, el desarrollo puede definirse como un “proceso
regulado de crecimiento y diferenciación resultante de la interacción núcleo-citoplásmica,
del ambiente celular interno del individuo y del medio externo, mediante el cual se
produce la formación del individuo adulto a partir de una célula inicial única: el cigoto. Al
producirse la fecundación de los gametos se origina el cigoto que reúne, ya desde el
mismo instante de su formación, toda la información genética necesaria para programar la
formación del nuevo ser, de manera que, de no mediar alteraciones de cualquier tipo que
interfieran con el proceso, a partir del momento en que empiece a funcionar el primer gen
en dicha célula la programación genética conducirá inexorablemente a la formación del
individuo adulto. El proceso de desarrollo constituye, pues, una secuencia programada de
cambios fenotípicos controlados espacial y temporalmente que constituyen el ciclo vital
del organismo” (Lacadena, 1988)12.
El decir que es un proceso regulado significa que está genéticamente controlado y
que lo importante en el programa de desarrollo es “no dar puntada sin hilo” porque, como
dice el refrán, “si tomas un mal camino, no esperes un buen destino” y hay mutaciones
que pueden llevar al organismo por malos caminos que le lleven a un destino desastroso.
En relación con la normalidad de un proceso de desarrollo hay que tener en cuenta que
“una cadena es tan fuerte como lo sea el más débil de sus eslabones”.
El proceso de desarrollo es un hecho imparable una vez iniciado que, en cierto
modo, recuerda lo que decía Pablo Neruda: “podrán cortar las flores, pero no podrán
detener la primavera”.
El proceso vital de cualquier organismo (cigoto – adulto – muerte) lo recogía el
poeta José Hierro en el comienzo de su poema “Vida”, que dice así:
“después de todo/
todo ha sido nada/
a pesar de que un día/
lo fue todo.”
12 Lacadena, J.R. 1988. Genética (4ª edición), AGESA, Madrid
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