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ANALES                                                                   lillos de quinina para las fiebres tercianas, y otros medicamentos
                                                                         de origen químico de los que hablaremos al final del trabajo. Con
RANF                                                                     el tiempo se va volviendo escéptico y sus actitudes hacia la medicina
                                                                         fueron cambiando a lo largo de su el tiempo:
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                                                                                  Es un “médico excelente, capaz de saber lo que tenía un
se compara con la epidemia causada por el SARS-CoV-2. El New             enfermo sólo por su aspecto, y cada vez desconfiaba más de los me-
York Times (33) ha recordado este episodio como la Pandemia de           dicamentos de patente” (p.21), una reclamación, creemos que no
la Soledad, el que están viviendo millones de personas en el mundo       una sospecha, insertada por el narrador en contra de estos medica-
en la actualidad. También se ha realizado de forma altruista un          mentos que son más caros y no disponibles para toda la población.
corto metraje sobre la peste del insomnio por treinta actores lati-      “En todo caso -solía decir en clase- la poca medicina que se sabe
noamericanos, como signo de ánimo y esperanza en medio de esta           sólo la saben algunos médicos… por lo que de sus entusiasmos ju-
crisis sanitaria y económica (34).                                       veniles había pasado a una posición que él mismo definía como un
                                                                         humanismo fatalista” (p.21). El propio autor cuenta en su autobio-
         En este trabajo ya se ha hablado de la presencia un mé-         grafía (2) lo siguiente: “Pues mire usted, comadre -concluyó-. Mé-
dico en Amor…, el doctor Juvenal Urbino, quien, junto a Fermina          dico soy, y aquí me tiene usted, sin saber cuántos de mis enfermos
Daza y Florentino Ariza, forman un el trío amoroso, eso sí el último     se han muerto por la voluntad de Dios y cuántos por mis medicinas”
personaje debe esperar “cincuenta y tres años, siete meses y once        (p.38).
días con sus noches” (p.495), mientras tanto toma, infusiones de
flores de tilo para entretener los nervios” (p. 95-96), y se mantiene             Veamos a continuación, cómo el narrador se vale de las
virgen a su manera: “Decían que usaba una pomada de veneno de            reales o supuestas virtudes medicinales de las plantas y otros me-
víbora que enardecía la silla turca de las mujeres, pero él juraba       dicamentos, para construir el personaje de un médico posiblemente
no tener recursos distintos de los que Dios le había dado. Decía         hipocondriaco, polimedicado y que sigue una dieta estricta para re-
muerto de risa: “Es puro amor” (p.98). El mismo Florentino Ariza,        trasar su vejez:
después de probar todo tipo de remedios para frenar su calvicie,
acude al Portal de los Escribanos -donde mezclan mestizos, criollos,              “Se levantaba con los primeros gallos, y a esa hora em-
negros, árabes, indios, aventureros- y en principio, los remedios son    pezaba a tomar sus medicinas secretas: bromuro de potasio para
de dudosa eficacia:                                                      levantarse el ánimo, salicilatos para los dolores de los huesos en
                                                                         tiempo de lluvia, gotas de cornezuelo de centeno para los vahídos,
         “Recurrió por último a cuantas yerbas de indios pregona-        belladona para el buen dormir. Tomaba algo a cada hora, siempre
ban en el mercado público, y a cuantos específicos mágicos y pócimas     a escondidas, porque en su larga vida de médico y maestro fue siem-
orientales se vendían en el Portal de los Escribanos” (p.374).           pre contrario a recetar paliativos para la vejez: le era más fácil so-
                                                                         portar los dolores ajenos que los propios. En el bolsillo llevaba
         En realidad, parece que Florentino Ariza acude a la des-        siempre una almohadilla de alcanfor que aspiraba a fondo cuando
esperada para curar algo, que todavía hoy día tiene un tratamiento       nadie lo estaba viendo, para quitarse el miedo de tantas medicinas
farmacológico con éxito relativo. ¿Quiere decir esto que el autor des-   revueltas” (p.18-19).
precia remedios “milagro” o “sin argumento” que sólo usarían las
clases sociales más pobres? Resulta difícil saberlo. De nuevo, el autor           “Desayunaba en familia, pero con un régimen personal:
nos devuelve a su ambigüedad, dado que en su autobiografía cali-         una infusión de flores de ajenjo mayor, para el bienestar del estó-
fica a su padre como “brujo” a la hora de tratar enfermedades. Las       mago, y una cabeza de ajos cuyos dientes pelaba y se comía uno
artes de brujo o “ritos de fatalidad” también las cita el autor como     por uno masticándolos a conciencia con una hogaza de pan, para
las realizadas en los palenques - refugios de fugitivos y esclavos-:     prevenir los ahogos del corazón” (p.20).

         “El general Montilla le contó que estaban envenenando                    Además de construir un personaje, el narrador nos brinda
a los perros de la calle para impedir la propagación de la rabia.        una metáfora como es la almohadilla de alcanfor, que sirve para
Sólo habían logrado capturar a dos de los niños mordidos en el ba-       evitar los efectos adversos e interacciones entre tantas medicinas
rrio de los esclavos. Los otros, como siempre, habían sido escondidos    juntas. También nos habla de una dieta sana y de las exageraciones
por sus padres para que murieran bajo sus dioses, o-se los llevaban      u obsesiones que pueden tener algunas personas con este aspecto,
a los palenques de cimarrones en los pantanos de María- labaja,          como es el comerse todos los días una cabeza de ajo. En definitiva,
adonde no alcanzaba el brazo del gobierno, para tratar de salvarlos      el doctor Urbino vive más de ochenta años, pero no es inmortal a
con artes de culebreros” (El general…, p.178-179).

         En una situación antónima con el apartado anterior, el
autor nos muestra a un doctor Urbino, “como caro y excluyente, y
su clientela estuvo concentrada en las casas solariegas del barrio de
los Virreyes” (Amor…, p.21). Receta tabonucos para la tos, pape-

                                                                         Farmacia y plantas medicinales en la literatura:            177
                                                                                                      caso de García Márquez

                                                                                   Francisco José González Minero y Luis Bravo Díaz
                                                                            An. Real Acad. Farm. Vol. 87. Nº 2 (2021) · pp. 171-184
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