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M.C.
AVENDAÑO
2.
LOS
EFECTOS
SECUNDARIOS
O
ADVERSOS
Los
fármacos
se
clasifican,
más
que
por
su
estructura
química,
por
su
acción
farmacológica,
aunque
la
mayor
parte
de
ellos
producen
varias
acciones.
Cada
efecto
es
consecuencia
de
un
determinado
mecanismo
de
acción
que
describe
la
interacción
química
entre
el
fármaco
y
una
diana
biológica
concreta,
generalmente
una
proteína.
El
efecto
principal
es
el
que
marca
la
aplicación
terapéutica
que
se
somete
a
evaluación
en
los
ensayos
clínicos,
mientras
que
los
efectos
secundarios,
también
denominados
efectos
adversos,
pueden
en
realidad
ser
perjudiciales
o
beneficiosos.
El
panorama
se
complica
porque
el
mecanismo
de
acción
de
muchos
fármacos
se
desconoce
y,
además,
distintos
mecanismos
de
acción
pueden
dar
lugar
a
una
misma
indicación
terapéutica. Cada
vez
es
más
evidente
que
existen
múltiples
vías
implicadas
en
la
fisiopatología
de
las
enfermedades
y,
en
consecuencia,
está
justificado
que
no
se
pretendan
desarrollar
fármacos
con
acciones
únicas
puras
sino
fármacos
de
acción
múltiple. Coloquialmente,
los
fármacos
que
pueden
interaccionar
con
varias
dianas
biológicas
diferentes
se
denominan
fármacos
“sucios”
(dirty
drugs).
Durante
mucho
tiempo
la
industria
farmacéutica
trató
de
evitarlos
desarrollando
fármacos
más
selectivos
a
fin
de
reducir
el
riesgo
de
encontrar
acciones
adversas
que,
por
ser
poco
frecuentes
o
de
lento
desarrollo,
se
observan
muchas
veces
tras
su
autorización.
Sin
embargo,
actualmente
se
admite
que,
para
tener
un
fármaco
eficiente,
éste
debe
interaccionar
con
múltiples
dianas
y
que
muchos
fármacos
“sucios”,
además
de
utilizarse
en
terapéutica,
pueden
ampliar
sus
indicaciones,
en
función
de
sus
efectos
secundarios.
3.
EL
HALLAZGO
DE
NUEVAS
INDICACIONES
TERAPÉUTICAS
BASADO
EN
LA
OBSERVACIÓN
DE
EFECTOS
SECUNDARIOS
Desde
el
comienzo
de
la
farmacología
es
frecuente
el
hallazgo
de
nuevos
usos
para
los
fármacos,
a
través
de
la
observación
y
el
estudio
de
los
efectos
secundarios
que
producen
antes
y,
fundamentalmente,
después
de
su
comercialización.
La
observación
en
las
sulfamidas
antibacterianas
de
efectos
diuréticos
e
hipoglucemiantes,
producidos
por
inhibición
de
la
enzima
anhidrasa
carbónica
o
por
bloqueo
de
los
canales
de
K+
regulados
por
ATP,
dio
lugar
a
diuréticos
como
hidroclorotiazida,
acetazolamida
y
metazolamida,
así
como
a
antidiabéticos
orales
como
glibenclamida
y
glipizida.
La
aspirina
es
otro
fármaco
clásico
para
el
que
se
que
han
encontrado
varias
indicaciones
y
hasta
es
posible
que
se
desarrolle
como
coadyuvante
en
el
tratamiento
de
ciertos
tipos
de
cáncer
(7).
Además,
la
observación
de
efectos
secundarios
inesperados
en
los
inicios
de
la
investigación
clínica
de
un
fármaco
puede
conducir
a
que
éste
se
desarrolle
para
una
aplicación
terapéutica
distinta
a
aquélla
para
la
que
fue
diseñado.
Así,
el
raloxifeno
fracasó
como
anticonceptivo
oral
pero
se
utiliza
en
el
tratamiento
de
la
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