Page 194 - 71_01
P. 194

HEBBE ISABEL CAMPERO CARRASCO  AN. R. ACAD. NAC. FARM.

y operaciones médicas, quirúrgicas u obstétricas; denunciar el ejer-
cicio no autorizado de la profesión; examinar a los alumnos aspiran-
tes a médicos, cirujanos o farmacéuticos; recibir el juramento de los
mismos». Se fijó como sede la ciudad de Sucre y como local el salón
de la Universidad Mayor, Real y Pontificia de San Francisco Xavier
de Chuquisaca, donde funcionó hasta 1850 en que el titular, Doctor
Manuel A. Cuéllar, fue suspendido de su cargo, quedando éste en
acefalía y encargando sus atribuciones a las Tenencias. Ocho años y
medio el país estuvo sin el Tribunal regulador del cuerpo médico, sin
los funcionarios que vigilando sobre las tenencias resguardasen
la salubridad hasta el 3 de agosto de 1859 en que el presidente de la
república, José María Linares, resolvió llamar al Doctor Cuéllar a
desempeñar el mismo puesto, quien cumplió sus funciones hasta el
31 de diciembre de 1866 11.

    En aquel receso del Protomedicato se cometieron muchos atrope-
llos y arbitrariedades en aprobaciones, licencias y autorizaciones del
ejercicio profesional como de los nombramientos de los cargos.

    Por primera vez apareció mencionado, en el decreto de 1843, con
el nombre de «propina», el impuesto que debían pagar para ejercer
una u otra de las tres profesiones (medicina, cirugía, farmacia), de
50, 40 y 30 pesos, respectivamente, «propina» que serviría, con el
producto de las multas por otros conceptos, para formar el «fondo
propio» del Protomedicato. Otro impuesto indirecto fue el uso de
papel sellado, de segundo y tercer sello, como ya se ha visto.

    Por este tiempo se notó un especial interés por dar la impor-
tancia debida y por independizar los estudios de Farmacia. Aun
cuando desde la fundación de los Colegios de Ciencias, en 1825,
se estableció la enseñanza de la farmacia, el grado universitario de
Farmacéutico fue creado en el Estatuto «Melgarejo» (1864). Desde la
colonia, los expendedores de drogas y despachadores de recetas se-
guían siendo los «boticarios», llamados también «apotecarios», sim-
ples prácticos con alguna experiencia adquirida en los hospitales y
cuyo número iba creciendo con la atención de la clientela diaria; o
farmacéuticos extranjeros, de dudosa idoneidad. Sabían de todo y
aconsejaban sobre todo: la política, las cuestiones familiares, el mo-

    11 BALCÁZAR, JUAN MANUEL, «Historia…», op. cit., págs. 345, 346.

196
   189   190   191   192   193   194   195   196   197   198   199