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B. SANZ ANAL. REAL ACAD. NAL. FARM.
señala en su libro de Nutrición y enfermedades nutritivas que Liebig
nunca llevó a cabo experimento fisiológico alguno, ni realizó estudios de
balances nitrogenados con animales o personas. De hecho despreciaba a
los fisiólogos a quienes creía incapaces de comentar y menos refutar sus
cálculos. Por ello muy pocos de sus coetáneos se aventuraban a criticar
sus teorías. Entre ellos se encontraba Edward Smith, un médico inglés
muy preocupado por los aspectos prácticos de la dieta y singularmente
por la cantidad de alimentos que necesitaban los distintos tipos de
individuos. Para profundizar en estos aspectos desarrolló en la
penitenciaría de Coldbathfields una investigación cuidadosamente
planificada y desarrollada sobre la comida que recibían los presos,
prestando especial atención a la cantidad de nitrógeno que ingerían con la
dieta y a la que excretaban con la orina y heces. Quedó muy sorprendido
al comprobar que la cantidad excretada no guardaba relación alguna con
el trabajo muscular desarrollado ya que solo dependía del nitrógeno
contenido en los alimentos que ingerían. Desgraciadamente sus
observaciones apenas tuvieron difusión en el mundo científico británico
que, como en el resto del mundo, solo prestaba atención a lo afirmado por
Liebig y propagado por sus discípulos.
Hubo que esperar a 1889 para comprender, demostrar y admitir,
sin ninguna sombra de duda, que Liebig estaba equivocado y que la razón
estaba con Smith: (Tananhill, 1973). Dos científicos de Zürich, el
fisiólogo Adolf Fick y el químico Johannes Wislicenus realizaron un
experimento muy sencillo que consistió en escalar el monte Faulhorn, de
1970 m de altitud, con una dieta de la que excluyeron todo alimento que
llevase nitrógeno. Midiendo su nitrógeno urinario comprobaron que,
durante la ascensión al Faulhorn e inmediatamente después de realizada,
no excretaban más nitrógeno que cuando descansaban plácidamente, lo
que indicaba que la proteína consumida durante la ascensión no era
suficiente para proporcionar toda la energía requerida. Para ello y de
acuerdo con los conocimientos actuales, el músculo funciona como una
máquina que oxidando la glucosa lleva a cabo su trabajo gracias a la
energía liberada en su oxidación.
Las opiniones de Liebig sobre el trabajo muscular que, como
demostraron Fick y Wislicenus estaban equivocadas, posiblemente
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