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69 (3), VISIÓN ONTOLÓGICA DEL EMBRIÓN HUMANO
de dirigir el proceso de desarrollo. De lo contrario habría que aceptar teo-
rías cercanas a la teoría del homúnculo que afirmaba que el hombre estaba
contenido en la cabeza del espermatozoide y que únicamente, a lo largo de
su historia embriológica, se desvelaba su contenido, o la hipótesis que ape-
laba a la existencia de un “principio vital” externo a la materia. La hipóte-
sis del homúnculo era totalmente congruente y era lógico que al zigoto se
le diera el nombre de verdadero embrión. La tensión entre los espiritualis-
tas y los propulsores de la “dínamis” material estaba servida. No había
mas remedio que buscar la entidad rectora del desarrollo para poder salir
de un punto muerto que por otro lado no conducía sino a una discusión es-
téril. No parecía que se pudieran diseñar experimentos para comprobar la
existencia del espíritu o “principio vital”. Habría que diseñar experi-
mentos para comprobar la existencia de la “dínamis”, pero con una condi-
ción: que contuviera la complejidad del término.
Puesto que el concepto de emergencia de cualidades ónticas nuevas
a partir de otras simples no es fácilmente inteligible, escribe Nicolas Jouve
que prácticamente, no existen diferencias entre lo que dijera Aristóteles en
el siglo IV A.C y lo que escribieron o dijeron los grandes autores del siglo
XVI sobre el desarrollo puesto que para los autores de todo este periodo
los seres vivos no se reproducen, son engendrados”. Aún para el mismo C.
Darwin los espermatozoides debían contener emisiones procedentes de to-
dos los órganos adultos en forma de partículas o gémulas que por transmi-
sión darían lugar a la formación posterior de células con las mismas carac-
terísticas de los organismos de donde procedían.
Un giro decisivo, desde el punto de vista del pensamiento, lo dio Oswall
al afirmar que “la herencia debía tener un soporte químico” y muy particularmen-
te Mazia en 1952 al afirmar que “El DNA “no hacia nada sino simplemente ser-
vir de molde para la síntesis de moléculas”. Boivin concluiría que el DNA actúa
como un “código” y que los procesos celulares se llevan a cabo a través del des-
ciframiento de una información contenida en una molécula química. Todas estas
propuestas eran constantemente rechazadas porque lo simple no podía dar origen
a lo complejo. Así, a pesar de la existencia de razones a favor de que los
ácidos nucleicos fueran los depositarios de la herencia, por razones difíci-
les de entender, se descartó que constituyeran el material hereditario.
¿Cómo una molécula aparentemente inactiva que no tenía las característi-
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