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ÁNGEL DEL VALLE NIETO ANAL. REAL ACAD. NAC. FARM.
Llegaron a la aldea y Don Quijote cayó malo (P. II: Cap. LXXIIII) y,
bien por melancolía o por disposición del cielo, se le arraigó una calentura
que le tuvo seis días en la cama, sin quitársele de la cabecera su Sancho
Panza, leal hasta el fin.
Llamaron sus amigos al médico, tomóle el pulso y no le contentó
mucho. Fue su parecer que melancolías y desabrimientos le acababan y
dijo que atendieran a la salud de su alma, porque la del cuerpo corría peli-
gro. No mandó, pues, ninguna cedulilla al boticario. El cura le confesó,
mientras el Bachiller fue a por el escribano y Don Quijote hizo su testa-
mento y, cuerdo y su alma en paz, después de tres días de desmayarse muy
a menudo, entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaban, dio
su espíritu: quiero decir que se murió.
Y al igual que Cidi Hamete Benengelí cuelga su pluma desta espete-
ra y deste hilo de alambre, nuestro Cidi Hamete Boticaril enfunda su bolí-
grafo, solicita su desconexión de Internet, apaga el ordenador y la graba-
dora y da por terminado su trabajo de investigación con el que ha querido
realizar para vosotros, encomiables lectores, una boticaria lectura del Qui-
jote.
Y, juntos los dos Cidis, igual que la han escrito, cierran a dúo las pá-
ginas de este libro:
Porque esta empresa, buen rey,
A los dos les fue guardada. Vale. (P. II: Cap. LXXIIII)
EPÍLOGO
Y, así, mi señor Don Quijote, un boticario (farmacéutico de este si-
glo) de un lugar de la Comunidad Autónoma de Castilla- La Mancha, de
cuyo nombre no sólo no se olvida, Talavera de la Reina, sino que blasona,
ha entresecado de toda tu historia los términos relacionados con su profe-
sión para rendir, desde la humildad de su pluma, su íntimo y profundo
homenaje a ti, Don Quijote de la Mancha, gloria y espejo de los caballeros
andantes, a su entrañable y curiosa profesión farmacéutica y al insigne
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