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ÁNGEL DEL VALLE NIETO ANAL. REAL ACAD. NAC. FARM.
ínsula muy curiosos (P. II.: Cap. LI) de lo que se infiere que había una
próspera industria boticaria de efectos y accesorios, pues no cabe duda de
que estos cañutos son las “melecinas” ya nombradas con anterioridad. (La
burla de Cervantes es, una vez más, notoria).
Ya va llegando a su cansado final el gobierno de Sancho, el cuál, tras
cruel afrenta sufrida en sus carnes, con lágrimas en los ojos, analbardó el
rucio y suplicó:
- Abrid camino, señores míos, y dejadme volver a mi antigua liber-
tad. Y apártense: déjenme ir, pues me voy a bizmar; creo que tengo bru-
madas (*) todas las costillas ( P. II: Cap. LIII), a lo que el doctor Recio se
opone ofreciendo al gobernador una bebida contra caídas y molimientos,
que luego le vuelve en su prístina entereza y vigor. Pero sólo obtiene de
Sancho un despectivo e irrevocable tarde piache.
(Nada sabemos ni del nombre ni, mucho menos, de la fórmula galé-
nica de esa bebida, velado todo ello por la noche de los tiempos. Mas se-
gún la indicación del doctor Recio, podríamos encontrarnos con un prece-
dente de los actuales tónicos y reconstituyentes gingsénicos, pero no afir-
mamos nada: a este capítulo no ha venido Boticaril y, la verdad, sin él
estamos desorientados por dudas y encantamientos).
Vemos, pues, a Sancho, dejado el Gobierno de la ínsula, camino de
su casa y encontrándose a su riquísimo vecino Ricote. Mientras, Don Qui-
jote sostiene una espantable y nunca vista batalla al finalizar la cual se
despide del Duque y la Duquesa para, tras escuchar el lastimero son de la
desenvuelta y discreta Altisidora, salir del castillo enderezando su camino
a Zaragoza.
X. Los parches transdérmicos.
Aquí encontrarás, ya fatigado lector, el alucine del uso secular de
los parches transdérmicos y el desenlace final que toda vida humana tie-
ne, por muy Caballero Andante que se sea.
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