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ÁNGEL DEL VALLE NIETO  ANAL. REAL ACAD. NAC. FARM.

      -Siempre, Sancho, lo he oído decir: que el hacer bien a villanos es
echar agua en la mar (P. I: Cap. XXII) y puso en la frase toda la decep-
ción y la amargura que el desagradecimiento de los galeotes le producía.

      Condujeron sus pasos, una vez más, entristecidos, doloridos y lentos,
hacia Sierra Morena, cuya primera aurora iluminó la desaparición del ru-
cio, lo que llevó a Sancho a entonar uno de los himnos dolientes más triste
y sincero de los que jamás se compusieran ante la pérdida de un jumento.
Dada su longitud y lo reiterativo de sus lamentaciones, renunciamos a re-
producirlo en su totalidad, pese a la insistencia de Cidi Hamete Boticaril.
Sí que destacamos, no obstante, estos versos en los que se quiere dejar
entrever un adelanto de los medios de transporte (en aquella época y lugar,
el rucio) aplicados a la distribución farmacéutica, aunque no exclusiva-
mente; dice así:

    Portador de mi persona,
    ¡oh gris y blanco jumento!,
    llevador de las alforjas
    que sostienen mi sustento.
    Tú transportas las arquetas
    que llevan medicamentos.
    Primer vehículo andante
    con hilas, curas y ungüentos.
    ¡Furgoneta de La Mancha,
    eficaz servicio presto!
    ¿Cómo proveeré a mi amo
    después de sus molimientos,
    si antes de que nazca el día,
    rucio mío, no te encuentro?

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