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ÁNGEL DEL VALLE NIETO ANAL. REAL ACAD. NAC. FARM.
llería aludiendo, entre otras cosas, al cuidado y aseo personal con que las
damas regalan a sus caballeros untándoles todo con olorosos ungüentos,
(P.I: Cap. L) lo que nos da idea del desarrollo de la cosmética masculina
aunque, eso sí, todavía escasamente empleada.
-<<¡Ay, qué vado he sentido con las pastillas que me diste para el
dolor de muelas!>>. Nadie, actualmente, usa vado como remedio y alivio,
pero sí encuentra nuestro guía particular esta joya expresiva oculta entre
las brillantes frases del cuento del cabrero y nos recomienda destacarla, a
lo que accedemos dócilmente.
Y la docilidad, el acceder y el destacar lo ampliamos a la frase de
Sancho cuando dice de ponerse en la espina de Santa Lucía (14), si no
toma de lo añejo (P. II: Cap. III) lo que nos lleva a transcribir este imagi-
nado diálogo de rebotica, propio de aquella época:
-<<Pues yo igual, dijo una dueña. Quiero algo para mi señora la
Marquesa del Aguamanil, a la que unas tercianas también la han dejado en
la misma espina de la misma Santa>>.
-<<Hace bien, señora dueña, en acudir a este boticario, terció doña
Sísife, una cliente habitual. A mí, una vez, me aconsejó unos papelillos
que él mismo prepara contra el romadizo y no sabe el vado que sentí. ¡Con
lo romadizada que yo estaba!>>.
-<<Por mi parte, y pese a mi edad y a esta alergia que me tiene casi
siempre romadizado desde bien joven, todavía tengo mi alma en las car-
nes (P. II: Cap. XLVIII)>>. El que así se expresaba era un hidalgo de cier-
ta edad, pero todavía de muy buena planta, ágil y fuerte.
-<<Bien pudiera decir yo lo mismo, señor caballero, si no fuera por-
que estoy de mala voluntad (15) (P. I: Cap. XLVIII). Llevo varias jornadas
sin “obrar aguas mayores”, dijo muy discretamente, y vengo a ver si lo
remedio tomando un lenitivo suave>>, se explicó un hombre rudo, pero de
rostro particularmente agradable y simpático, pese a su estado de mala
voluntad.
En estas y otras pláticas transcurrió la dialogante mañana relatada
por la imaginación de Cidi Hamete Boticaril, como también transcurre
nuestro caminar por la placentera lectura de los avatares quijotescos hasta
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