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VOL. 68 (4),  BOTICA Y FARMACIA EN EL QUIJOTE

alcanzar el episodio de la carreta de las cortes, lo que nos permite consta-
tar, una vez más, el amor de Sancho a su señor y el cariño a su jumento y,
aunque pudo más lo primero que lo segundo, no pudo evitar el pasar tár-
tagos y sustos de muerte cada vez que veía levantar las vejigas en el aire y
caer sobre las ancas de su rucio, que antes quisiera que aquellos golpes
se los dieran a él en las niñas de los ojos que en el más mínimo pelo de la
cola de su asno. (P. II: Cap. XI)

      (Volvemos a encontrarnos con la acción terapéutica de un purgan-
te como imagen literaria para describir las fatigas, quebrantos y disgustos
que unas determinadas circunstancias puedan producir. En efecto, con la
palabra tártagos se alude a las angustias que pasaban los que se purgaban
con esa planta (Euphorbia lethiris) cuyas simientes, con el doble efecto de
vomitivo y purgante violento, eran medicamento muy empleado en el si-
glo XVI.)

      Estos tártagos se producían, según apunta e intuye Cidi Hamete Bo-
ticaril, por el uso de plantas medicinales fuera del control del boticario,
pareciéndole descaradamente contradictorio que, pese a su adjetivo de
medicinal, su preparación y dispensación no estén siempre dirigidas y su-
pervisadas por el boticario. ¡Ay, cómo suspira en sus escritos y tratados
por el establecimiento y regulación definitivos de la Fitofarmacia, él,
nuestro Cidi, acostumbrado al exquisito cuidado con que usan en su país
de dichas plantas! (Los que quisieran abundar en el tema, pueden consultar
la obra del autor citado Suspiros, llantos y lamentos por el descontrol
farmacéutico de las plantas medicinales, editado por el servicio bibliográ-
fico del Jardín Botánico de Bagdad y alrededores.)

      Superados definitivamente los tártagos y las angustias, nuestro señor
Don Quijote vínose a topar con el Caballero del Bosque. Sancho, hablando
con el escudero de éste, vuelve a referirse a las hilas, mientras le propone
que, que si han de luchar entre sí en obediencia a Don Quijote, lo hagan
después de llenar las talegas con copos de algodón cardado para no que-
dar molidos los cascos y hechos alheña los huesos (P. II: Cap. XIIII).

      (No puede pasar desapercibida a nuestros atentos ojos boticarios la
elegancia y propiedad y calidad metafórica de la frase y la explicamos sin
pretender dudar de tu sapiencia, despierto lector:

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