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VOL. 66, (1) 2000  LOS SUELOS DE ESPAÑA

        Terminada la segunda guerra púnica (guerra de Aníbal entre 221 y
201) Roma decide la Colonización de Hispania y emprende una labor
administrativa en la que sus funcionarios eran maestros. Y para ello era
necesario el sometimiento total de la numerosa población autóctona ya
existente, que se alcanza tras muchas vicisitudes, pues la agricultura se
hallaba muy desarrollada y la infantería y la caballería podían hacer frente
a las legiones romanas.

        La colonización romana tiene que procurar obtener los máximos
beneficios de los recursos naturales de Hispania, y sus mejores suelos, y a
veces algunos no tan buenos, van poblándose de grandes ciudades y los
campos de grandes y hermosas villas: Cesaraugusta, Calagurris, Bílbilis,
Complutum, Toletum, Emérita Autusta, Segóbriga, Itálica.. Y tantas otras,
muchas de ellas en las vegas de los valles de los grandes ríos.

        En la colonización romana, además del trigo, base del … “pane et
circenses” se extiende mucho el cultivo del olivo, ya que el aceite era
fácil de exportar por mar y el del viñedo, de consumo más local.

        Respecto al suelo, este aumento de las superficies de viñedo y de
olivar tiene otra significación que conviene analizar.

        Un triste y evidente ejemplo es la ciudad de Segóbriga, rico
establecimiento en el corazón de la Provincia Cartaginense, que disponía
de grandes monumentos: un teatro de 2.000 plazas, un anfiteatro de 5.000
plazas e incluso un circo de grandes dimensiones, pero los suelos de su
entorno, sometidos a una explotación incompatible con su conservación
constituyen hoy casi un erial desértico, incapaz de mantener tal grado de
civilización. Cuando la ciudad se destruye al final del Imperio no vuelve a
repoblarse.

        Este proceso de degradación de los suelos y de desertización que
se inicia con la colonización romana ha proseguido hasta nuestros días, no
sólo en España, sino en otros muchos países mediterráneos de nuestro
entorno como Argelia, pues las necesidades económicas del Imperio
obligaron a tales extremos. (6).

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