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Enrique VIII de Inglaterra, famoso por su ruptura con la                                                     Rosa Basante, Javier Puerto
Iglesia romana y por la trágica solución dada a varios de
sus divorcios, acabara su vida con una excesiva gordura            Baltasar Castiglioni en El Cortesano habla ya de
que Hans Holbein transformó en impresionante                   ligereza y habilidad y esas cualidades, añadidas a la fuerza,
majestuosidad.                                                 son las que estéticamente debían preponderar.

                                                                   A Carlos V, tras su victoria contra los protestantes en
                                                               Mülberg, le entregaron al Duque Francisco I de Sajonia de
                                                               quien se burlaban los cortesanos por su gran volumen y le
                                                               calificaban de bota y le describían como gordo, seboso y
                                                               fondón.

                                                                   El propio emperador Carlos, aunque no famoso por su
                                                               gordura, que probablemente no llegó a desarrollar, sí lo fue
                                                               por su inmenso apetito, por las recepciones a la manera
                                                               flamenca y por la gran cantidad de alimentos y bebidas
                                                               consumidas incluso en su retiro de Yuste.

                                                                   La tendencia a la frugalidad y las buenas maneras en la
                                                               mesa es uno de los objetivos de la temprana sátira de
                                                               François Rabelais quien, pese a su condición de médico, se
                                                               ríe de los nuevos usos aristocráticos con su personaje
                                                               Gargantua, con dieciocho papadas, un vientre descomunal
                                                               y su complexión maravillosamente flemática.

Figura 8. Enrique VIII de Inglaterra. Cuadro de Hans                          Figura 10. Gargantúa. Gustavo Doré.
Holbein. Galería Nacional de Arte Antiguo (Roma).
                                                                   En el Renacimiento, sin embargo, el principio de
    En el festín colectivo retratado en el Libro de la caza    rechazo de la gordura no viene acompañado de una
de Gastón de Phoebus, vemos a los sirvientes, capataces y      apología de la delgadez, asociada a lo patológico, sino de
palafreneros con el rostro basto y dotados de una gran         la consecución de un equilibrio.
barriga, mientras los nobles, además de mantener modales
refinados, aparecen con la cara afilada y la cintura esbelta,      El médico y agrónomo francés Jean Liébault en su Tres
lo cual nos lleva a la iconografía derivada de la              libros sobre el embellecimiento y ornamento del cuerpo
publicación del Ingenioso hidalgo Don Quijote de la            humano, afirma que la obesidad es más conforme con la
Mancha, en donde Miguel de Cervantes representa al             belleza que la delgadez.
hidalgo Don Quijote, al borde mismo de la extenuación de
pura delgadez, mientras su escudero Sancho Panza, en su        3.5. Barroco
propio apellido lleva impresa la cualidad obesa atribuida a        Durante el siglo XVII continúa la situación ambigua
las clases populares en su libro publicado a principios del
Barroco.                                                       respecto a la gordura. La excesiva se condena, como hace
                                                               Louis de Rouvroy, Duque de Saint Simón en sus
         Figura 9. Don Quijote y Sancho. Gustave Doré.         Memorias con respecto al Príncipe de Mónaco a quien
                                                               califica de gordo como un tonel, incapaz de ver más allá
    38                                                         de su barriga. Sin embargo, el hombre de sangre real, alto,
                                                               considerablemente gordo, pero sin ser achaparrado, de
                                                               aspecto distinguido y noble, sin ninguna rudeza, le parece
                                                               estéticamente agradable.

                                                                               @Real Academia Nacional de Farmacia. Spain
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