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A.Toledano
&
al.
“controles”
en
los
estudios
sobre
la
EA),
sin
sintomatología
de
demencia,
existían
muchas
alteraciones
neuropatológicas
señalados
como
características
de
EA
y
por
tanto
se
ha
recurrido
a
fijar
criterios
diagnósticos
basados
en
el
“número”
y
no
en
el
“tipo
de
lesiones.
Por
ello
ha
sido
necesario
que
se
definieran
protocolos
de
diagnóstico,
en
reuniones
de
consenso
de
expertos,
para
“asegurar”
la
mayor
probabilidad
de
acierto
diagnóstico.
En
estos
protocolos
se
acuerda
el
tipo
de
técnica
a
utilizar
en
el
diagnóstico
(impregnaciones
metálicas
tipo
Bielschowsky,
plata--metenamina
o
Gallyas;
reacciones
inmunohistoquímicas
contra
proteína
tau/tau--fosforilada
y
beta--amiloide;
reacciones
especiales
con
colorantes
como
tioflavina--S
o
Rojo
Congo),
el
tipo
de
lesión
a
considerar
o
cuantificar
(especialmente
los
distintos
tipos
de
“neuritas
distróficas”
--
prolongaciones
axónicas
o
dendríticas
neuronales
anómalas
--
con
depósitos
alterados
de
proteína
tau,
así
como
las
diferentes
“placas”
amiloideas
con
o
sin
“core”
denso,
con
corona
o
no
de
neuritas
distróficas
y
los
acúmulos
de
amiloide
difuso.
Figura
4),
el
número
de
estas
lesiones
presentes
en
regiones
seleccionadas
del
cerebro,
y
las
regiones
que
deben
seleccionarse
para
el
estudio
(corteza
prefrontal,
parietal
y
temporal;
hipocampo;
corteza
cingulada;
etc.)
(30,
31,
41).
A
mayor
abundamiento,
los
protocolos
diagnósticos
incluyen
también
como
factor
importante
de
corrección
a
la
edad,
lo
que
supone
una
aceptación
de
que
con
el
avance
de
la
edad
aparecen
lesiones
patológicas
aunque
no
sean
indicativos
de
demencia
o
EA.
Pues
bien,
a
pesar
de
todos
los
avances
de
la
investigación,
todavía
no
se
ha
definido
con
exactitud
cuáles
son
las
cascadas
de
acontecimientos
neuropatológicos
en
el
transcurso
del
deterioro
cognoscitivo
clínicamente
detectable
ni
que
acontecimientos
podrían
marcar
una
fase
determinada
de
este
deterioro
que
se
corresponda
con
la
clínica
(10--12,
42,
43).
Es
decir,
la
progresión
del
deterioro
cognoscitivo
a
través
de
un
continuum
no
ha
podido
ser
confirmada
o
negada
por
los
estudios
neuropatológicas
ya
que
no
existe
una
clara
y
total
correlación
clínico--
patológica
del
avance
de
la
enfermedad.
Los
más
prometedores
estudios
llevados
a
cabo
por
Braak
y
Braak
(44)
mostraron
que
existía
una
secuencia
congruente
de
progresión
neuropatológica
de
la
EA
con
las
características
del
deterioro
cognoscitivo:
la
aparición
de
neuronas
con
ovillos
neurofibrilares
(Tau/Tau--
fosforilado
inmunopositivos)
en
el
cerebro
seguía
una
secuencia
definida
de
seis
fases
de
progresión
espacial
(grados
I
a
VI
de
Braak
y
Braak)
(Figura
5)
conforme
avanzada
el
grado
de
demencia,
aunque
no
se
pudiera
predecir
in
vivo
el
grado
Braak
y
Braak
por
estudios
neuropsicológicos.
Por
el
contrario,
a
pesar
de
que
la
teoría
amiloidea
de
la
EA
ha
sido
la
que
goza
y
ha
gozado
de
mayores
defensores
y
seguidores,
nunca
se
ha
podido
demostrar
una
correlación
clínico--patológica
entre
el
grado
de
demencia
y
la
existencia
de
tipo
y/o
número
o
localización
de
lesiones
amiloideas
(45,
46).
Así
mismo,
cada
vez
está
mejor
documentado
como
cerebros
de
individuos
“control”,
“sanos”
o
“no
dementes”,
presentan
características
“anormales”
en
el
estudio
de
muchos
parámetros
morfofuncionales
(47,
48).
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