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Gloria
Redondo
Rincón,
Antonio
González
Bueno
uso
(…)
se
observó
este
fenómeno
con
la
aparición
de
las
sulfamidas;
posteriormente,
con
la
de
los
antibióticos,
y
en
la
actualidad,
con
otras
drogas
de
eficacia
verdaderamente
notable,
pero
cuyo
precio,
muy
elevado,
repercute,
en
efecto,
en
la
economía
del
seguro
(…)
(34)
Me
interesa
hacer
constar,
para
mayor
claridad
en
la
comprensión
del
problema
general
de
la
prestación
farmacéutica,
y
sencillamente
por
pura
información
de
los
señores
procuradores,
que
el
seguro
obligatorio
de
enfermedad
ha
dejado
a
la
industria
química
y
a
las
farmacias
españolas
un
beneficio,
en
cinco
años,
de
pesetas
553.966.689,73.
Este
beneficio
se
obtiene
de
aplicar
el
15
por
cien
para
la
industria
químico--farmacéutica,
el
12
por
100
para
el
almacenista
y
el
25
por
100
para
las
farmacias,
sobre
los
1.261
millones
largos
que
importa
el
suministro
durante
cinco
años,
que,
como
son
detracciones
sucesivas,
representa
el
43,9
por
100
de
la
cantidad
total
(…)
quiero
aclarar
a
este
respecto
que
el
12
por
100
del
almacenista
y
el
25
por
100
de
beneficio
que
el
farmacéutico
obtiene
son
beneficios
brutos
--no
ocurre
lo
mismo
con
el
15
por
cien
del
preparador,
que
es
líquido--
y
que
de
ellos
tiene
que
deducir
los
gastos
generales,
que
no
son
pequeños…”
(35)
Aunque
el
discurso
de
José
Antonio
Girón
parecía
una
mera
relación
de
cifras
fácilmente
comprensibles,
tenía
un
fin
muy
meditado:
por
un
lado,
informaba
sobre
el
‘ajustado’
equilibrio
económico
del
Seguro
dejando
ver
que
la
propuesta
de
incremento
de
márgenes
de
algún
sector
daría
lugar
al
desequilibrio
y,
por
otro
lado,
recordaba
que
el
Seguro
podía
disponer
de
farmacias
y
laboratorios
propios;
se
trataba
de
una
clara
advertencia
a
ambos
sectores,
especialmente
a
los
farmacéuticos,
utilizando
un
lenguaje
acorde
con
el
Régimen:
“Cualquiera
de
vosotros
que
tenga
una
ligera
experiencia
comercial
sabe
que,
partiendo
de
un
25
por
100
de
beneficio
bruto,
no
quedan
grandes
márgenes
de
utilidades,
y
hasta
pueden
resultar
cifras
catastróficas
si
se
tiene
en
cuenta
el
enorme
riesgo
que
caracteriza
a
estos
negocios.
¿Qué
remedio
cabría
aplicar?
Entre
elevar
los
costes
de
los
productos
para
poder
garantizar
a
los
farmacéuticos
una
utilidad
que
hoy
parece
que
no
tienen,
con
lo
cual
agravaríamos
la
situación
financiera
del
Seguro
y
condenar
a
una
benemérita
clase
a
prestar
un
servicio
tan
voluminoso
sin
compensación
que
valga
la
pena,
¿no
cabría
una
solución
intermedia?,
¿no
cabría
que
el
Seguro
dispusiera
de
laboratorios
propios
y
de
farmacias
propias
en
los
que
bastaría
con
cubrir
los
gastos?
Esta
solución
no
perjudicaría
a
nadie,
puesto
que
antes
de
la
existencia
del
Seguro
existía
la
industria
químico--
farmacéutica
y
la
carrera
farmacéutica,
sin
que
a
causa
del
Seguro
se
hayan
hecho
nuevas
instalaciones
apreciables,
que,
en
caso
de
existir,
serían
absorbidas
por
el
Seguro.
Tal
vez
algún
día
vosotros,
señores
procuradores,
tendréis
que
considerar
este
problema
y
resolverlo.
Ese
día,
si
vosotros
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