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Desarrollo
perinatal
del
cerebro
homínidos,
pues
todos
los
mamíferos
e,
incluso,
las
aves,
han
incrementado
su
índice
de
encefalización
a
lo
largo
de
la
evolución
filogenética.
Sin
embargo,
ha
sido
en
los
simios
y,
particularmente
en
los
homínidos
(Figura
3),
donde
este
fenómeno
se
ha
dado
con
una
especial
relevancia.
De
hecho,
el
índice
de
encefalización
se
ha
triplicado
en
el
Homo
sapiens
sapiens
con
respecto
a
los
primates
más
cercanos,
es
decir,
los
chimpancés,
los
bonobos
y
los
gorilas
(i.e.
los
otros
componentes
de
la
familia
Hominidae).
Por
consiguiente,
es
muy
posible
que
una
vez
que
el
cerebro
haya
adquirido
el
tamaño
necesario
se
haya
desarrollado
suficiente
complejidad
como
para
albergar
funciones
más
allá
de
las
puramente
fisiológicas.
Figura
3.--
Crecimiento
del
índice
de
encefalización.
Modificado
de
Gilbert
et
al
(2005)
Nature
Reviews
Genetics
6:
581--590.
Estudios
recientes
(Gilbert
et
al.
2005)
han
mostrado
que
ciertos
genes
ejercen
una
fuerte
influencia
en
el
volumen
del
cerebro,
especialmente
en
lo
que
se
refiere
a
los
lóbulos
frontales,
el
córtex
sensomotor
y
las
áreas
de
Broca
y
de
Wernicke,
responsables,
estas
últimas,
del
habla.
Así,
el
gen
ASPM
(“abnormal
spindle
microcephaly
associated”)
parece
responsable
de
la
encefalización
de
los
homínidos,
habiendo
sufrido
una
fuerte
selección
natural
durante
los
últimos
18
millones
de
años
y,
muy
especialmente,
durante
los
últimos
6
millones
de
años,
coincidiendo
con
el
período
de
mayor
encefalización
de
los
homínidos
(Evans
et
al.
2004).
Es
interesante
constatar
que
la
penúltima
mutación
del
gen
tuvo
lugar
hace
37.000
años,
coincidiendo
con
la
aparición
de
las
pinturas
murales,
normalmente
asociadas
con
la
aparición
de
la
inteligencia
y,
la
última,
hace
6.000
años,
coincidiendo
con
la
aparición
de
las
primeras
grandes
civilizaciones
(Evans
et
al.
2005).
De
hecho
se
acepta
de
una
manera
general
que
este
gen
es
el
responsable
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