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J.
M.
Medina
En
resumen,
el
excesivo
tamaño
del
encéfalo
junto
con
la
estrechez
de
la
pelvis
provocada
por
la
bipedación
provoca
el
adelanto
del
parto,
lo
que
resultaría
en
un
salto
neoténico
(Figura
1).
Curiosamente,
esta
idea
del
adelanto
del
parto
ya
fue
enunciada
en
1977
por
el
célebre
naturalista
Stephen
Gould
(Gould,
1977),
aunque
no
fue
tenida
en
cuenta
dado
lo
exagerado
de
su
propuesta,
puesto
que
proponía
que
el
feto
humano
había
accedido
a
la
vida
extrauterina
con
más
de
un
año
de
adelanto.
Sea
como
fuere,
las
ventajas
a
largo
plazo
de
este
hecho
son
evidentes,
puesto
que
la
encefalización
puede
continuar
postnatalmente
de
manera
ilimitada,
hasta
el
punto
de
que
el
Homo
sapiens
sapiens
triplica
el
coeficiente
de
encefalización
de
los
demás
simios.
Por
consiguiente,
el
adelanto
del
parto
puede
ser
la
clave
de
la
alta
encefalización
de
los
homínidos,
que
permitió
el
desarrollo
cerebral
sin
restricciones
y
que,
por
lo
tanto,
dio
paso
a
la
aparición
de
la
inteligencia
(vide
infra).
Podemos
resumir
nuestra
hipótesis
como
sigue:
conocemos
que
la
bipedación
es
tan
antigua
como
la
de
los
Ardipithecus
(5,5--4,5
millones
de
años).
Por
consiguiente,
la
mujer
homínida
es
erecta
desde
hace
5--6
millones
de
años,
lo
que
conduce
a
una
adaptación
del
"aparato"
pélvico,
de
manera
que
el
estrecho
superior
se
va
haciendo
progresivamente
más
circular.
Asimismo,
la
pelvis
se
va
alargando
hacia
la
zona
ventral,
tomando
una
forma
muy
femenina,
es
decir,
se
diferencia
cada
vez
más
de
la
del
macho,
adoptando
una
forma
característica
que
se
ha
denominado
"hiperfemenina",
no
existente
en
otros
simios.
Este
hecho
es
ya
ostensible
en
los
Australopithecus,
puesto
que
sus
hembras
tiene
el
estrecho
superior
muy
poco
ovalado
y
su
pelvis
se
alarga
ventralmente,
tomando
la
forma
típicamente
hiperfemenina.
Por
consiguiente,
aproximadamente
2
millones
de
años
después
de
la
aparición
de
la
bipedación,
la
mujer
ha
adaptado
su
pelvis
para
el
difícil
parto
a
que
le
obliga
la
adopción
de
la
posición
erecta.
La
bipedación
ha
impuesto
una
pelvis
situada
en
una
posición
casi
paralela
al
suelo,
con
objeto
de
balancear
los
pesos
durante
la
bipedación,
cuando
uno
solo
de
los
pies
sostenga
el
tronco
durante
el
desplazamiento.
Así,
las
claras
ventajas
de
la
bipedación
imponen
a
la
mujer
la
servidumbre
de
una
postura
de
la
pelvis
que
dificulta
el
parto.
En
este
sentido,
el
feto
humano
tiene
que
girar
casi
90
grados
para
embocar
la
vagina
tras
su
paso
por
el
hueco
pélvico,
muy
diferente
de
los
simios
en
los
que
la
posición
inclinada
de
la
pelvis
sitúa
el
orificio
pélvico
y
la
vagina
en
una
misma
dirección
(Figura
2).
Esto
quiere
decir
que
a
partir
de
Lucy
(Australopithecus
afarensis;
3,3
millones
de
años)
la
mujer
está
preparada
para
el
difícil
parto
a
que
le
obliga
la
bipedación.
No
es
de
extrañar,
por
tanto,
que
a
partir
de
este
momento
se
acelere
la
encefalización,
duplicándose
el
volumen
del
cerebro
en
apenas
1
millón
de
años.
Dado
que
la
cesárea
no
es
aún
practicable,
la
única
solución
es
la
de
adelantar
el
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