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J.
M.
Medina
falsar
nuestra
hipótesis.
Así,
el
peso
del
cerebro
de
nuestro
recién
nacido
es
muy
inferior
al
del
adulto,
en
una
proporción
muy
lejana
a
la
mayoría
de
las
especies.
De
hecho,
la
mayoría
de
los
mamíferos
son
"precoces",
es
decir,
su
cerebro
se
desarrolla
pronto
en
el
seno
de
la
madre.
Por
el
contrario
nuestra
especie
es
claramente
"no
precoz",
puesto
que
el
80%
de
su
desarrollo
se
realiza
tras
el
parto,
a
lo
largo
de
los
cuatro
primeros
años
de
vida
extrauterina
(Figura
1).
Figura
1.--
Vida
intrauterina--extrauterina.
Modificado
de
Dobbing
and
Sands
(1979)
Early
Hum
Devel
3:
79--84.
Es
necesario
resaltar
que
todo
parece
aconsejar
el
desarrollo
intrauterino,
puesto
que
en
el
seno
de
la
madre
el
feto
se
encuentra
perfectamente
protegido
de
las
agresiones
fisicoquímicas
externas.
En
este
entorno,
termorregulado
y
amortiguado,
el
desarrollo
transcurre
armónicamente,
sin
distorsiones
ni
influencias
indeseables.
Es
más,
los
monos,
es
decir,
nuestros
más
cercanos
predecesores
en
el
árbol
evolutivo,
han
optado
por
la
precocidad,
puesto
que
consuman
el
desarrollo
de
su
cerebro
mucho
antes
de
acceder
a
la
vida
extrauterina.
Pero
olvidamos
que
la
evolución
es
la
antítesis
del
confort,
puesto
que
la
selección
natural
es,
sin
duda,
el
paradigma
del
cambio.
Pensaremos,
quizás,
que
el
peso
del
cerebro
(Figura
1)
es
un
burdo
índice
del
desarrollo
cerebral
y
que,
si
investigamos
a
fondo,
encontraremos
en
nuestro
recién
nacido
un
Sistema
Nervioso
avanzado
en
su
dimensión
microscópica
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