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J.
R.
Lacadena
y
F.
Mayor
Menéndez
Antes
de
la
aparición
de
los
organismos
multicelulares,
los
organismos
unicelulares
ya
habían
desarrollado
mecanismos
para
responder
a
cambios
en
el
medio
y
a
detectar
en
él
la
presencia
de
otras
células.
El
advenimiento
de
organismos
multicelulares
durante
el
proceso
evolutivo
precisó
del
desarrollo
de
nuevos
sistemas
de
control
de
la
actividad
celular,
del
establecimiento
de
normas
estrictas
que
regulasen
el
funcionamiento
de
cada
una
de
las
células
especializadas
del
organismo
para
el
beneficio
del
conjunto.
Además,
debía
asegurarse
que
la
puesta
en
marcha
de
respuestas
celulares
se
coordinase
de
tal
manera
que
todas
las
células
implicadas
en
un
proceso
biológico
reaccionasen
al
unísono
durante
el
desarrollo
embrionario
o
ante
respuestas
fisiológicas.
La
solución
evolutiva
a
estas
necesidades
de
“socialización”
celular
fue
el
desarrollo
de
un
“lenguaje”
muy
elaborado
de
comunicación,
capaz
no
sólo
de
captar
las
señales
externas
(particularmente
a
través
de
los
sistemas
de
percepción
sensorial
como
la
vista
o
el
olfato),
sino
de
integrar
la
información
procedente
de
las
células
vecinas
y
del
conjunto
del
organismo,
mediante
el
establecimiento
de
rutas
complejas
de
señalización
que
coordinasen
y
ejecutasen
las
respuestas
celulares
ante
cambios
ambientales,
metabólicos
o
patogénicos
del
organismo.
A
nivel
molecular,
los
sistemas
de
señalización
celular
y
de
control
de
la
expresión
génica
controlan
el
flujo
de
información
desde
el
DNA
a
RNA,
y
de
éste
a
proteínas
(en
los
procesos
de
transcripción
y
traducción,
respectivamente)
y
,
en
niveles
de
integración
superior,
regulan
dinámicamente
el
interactoma
(las
múltiples
redes
de
interacciones
que
establecen
las
proteínas
y
que
sustentan
las
funciones
celulares)
y
la
función
fisiológica
integrada
en
el
organismo
global,
resultado
de
la
coordinación
de
todas
esas
funciones
celulares
,
lo
que
se
ha
llamado
“fisioloma”.
La
extraordinaria
tarea
de
estos
procesos
de
coordinación
de
la
actividad
celular
resulta
evidente
si
se
considera
que
un
ser
humano
adulto
consta
de
aproximadamente
80--100
millones
de
millones
de
células,
de
unos
300
tipos
celulares
distintos,
agrupadas
en
distintos
tejidos
y
órganos,
formando
entre
sí
una
intricada
red
de
conexiones
funcionales.
Mensajeros,
receptores
y
cascadas
de
señalización
intracelular:
los
GPCR
como
la
familia
de
receptores
más
extendida
y
versátil
Los
sistemas
de
señalización
son
extraordinariamente
complejos,
asemejándose
a
complicadas
redes
o
circuitos
con
múltiples
elementos
de
intersección
y
control.
En
general,
estos
sistemas
se
basan
en
la
existencia
de
moléculas
(denominadas
mensajeros,
hormonas,
neurotransmisores,
o
mediadores
químicos
locales
según
su
origen
celular,
forma
de
liberación,
y
función)
que
llevan
“órdenes”
sólo
a
aquellas
células
que
poseen
receptores
específicos
para
reconocer
a
esa
molécula.
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