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MANUEL
GUZMÁN
miembros
más
jóvenes,
de
los
que
hoy
en
día
permanecen
en
el
grupo
Cristina
Blázquez,
Mar
Lorente,
Sonia
Hernández,
Eduardo
Pérez,
Zaira
Ortega,
Luigi
Bellocchio,
María
Salazar,
Clara
Andradas,
Javier
Díaz,
Anna
Chiarlone,
Eva
Resel,
Elena
García,
Adán
de
Salas,
Israel
Valero,
Sandra
Blasco
y
David
Vega.
Por
último,
y
no
por
ello
desde
luego
menos
importante,
estoy
muy
agradecido
a
esta
Academia
por
acogerme
entre
sus
miembros
y,
sobre
todo,
a
su
Presidenta,
la
Profesora
María
Teresa
Miras
Portugal,
por
marcar
la
pauta
de
las
muy
interesantes
actividades
y
logros
de
dicha
Academia
y
por
toda
la
ayuda
y
cariño
que
me
ha
deparado
prácticamente
desde
que
comencé
mi
carrera
científica,
además,
claro
está,
de
por
sus
amables
palabras
de
presentación.
A
todas
estas
personas,
y
a
muchas
otras
que
por
falta
de
tiempo
no
puedo
nombrar,
les
agradezco
de
corazón
todo
lo
que
han
hecho
por
mí.
Algunas
veces,
aunque
en
el
fondo
como
mero
divertimento
intelectual,
pienso
en
si
he
tenido
vocación
científica.
En
realidad
me
resulta
muy
difícil
establecerlo,
y
de
hecho
todavía
a
estas
alturas
no
consigo
tener
claro
si
en
algún
momento
de
mi
vida
me
surgió
una
verdadera
“vocación”
(al
menos
entendida
como
“llamamiento”
o
“inspiración”)
por
la
Ciencia.
Más
bien
hablaría
de
que,
durante
la
adolescencia,
confluyó
en
mí
un
cúmulo
de
muy
diversas
influencias
y
contextos
que
me
condujeron
a
una,
digamos,
“inclinación”
por
la
Ciencia,
a
la
que,
por
otro
lado,
nunca
vi
“enfrentada
a”
sino
más
bien
“complementaria
con”
otras
facetas
del
conocimiento
como
las
Humanidades
y
el
Arte.
Lo
que
sí
recuerdo
nítidamente
es
que,
desde
pequeño,
sentí
una
gran
curiosidad
por
intentar
entender
y
explorar
la
Naturaleza,
incluida
la
humana,
fundamentalmente
desde
una
perspectiva
biológica.
Por
ejemplo,
siempre
me
fascinaron
cuestiones
como
la
química
de
la
nutrición,
las
causas
de
las
enfermedades
y
el
funcionamiento
del
cerebro.
En
el
fondo
creo
que
intentaba
aproximarme
(en
aquel
momento
de
manera
intuitiva,
casi
diría
que
inconsciente)
al
clásico
triángulo
cuerpo--mente--
alma
a
través
del
conocimiento
del
primero
de
sus
vértices.
De
hecho,
éste
ha
sido
el
hilo
conductor
más
profundo
que
ha
sustentado
mi
pulsión
y
motivación
por
la
actividad
investigadora,
que,
hasta
ahora,
ha
estado
centrada
en
el
estudio
de
una
de
las
principales
macromoléculas
de
nuestro
organismo,
los
lípidos,
sobre
todo
en
dos
órganos
(primero
el
hígado
en
mis
etapas
pre
y
posdoctoral,
posteriormente
el
cerebro
en
mis
etapas
más
senior)
y
tanto
en
lo
que
se
refiere
a
su
metabolismo
(primero)
como
a
su
papel
señalizador
(después).
Aunque
esta
carrera
científica
ha
sido
bastante
gratificante
y
enriquecedora,
también
soy
consciente
de
que
he
cometido
errores,
y
de
que
algunas
carencias
que
me
ha
costado
tiempo
y
esfuerzo
solventar
podrían
haberse
solucionado
más
fácilmente
en
su
debido
momento.
Sin
embargo,
una
de
las
decisiones
de
las
que
no
me
arrepiento
en
absoluto
es
la
de
haber
desarrollado
toda
mi
carrera
en
la
Universidad
y,
de
esta
manera,
haber
podido
y
poder
contribuir
(aunque
sea
a
muy
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