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GUILLERMO
FOLCH…
Cuando
se
inicia
la
construcción
de
la
Ciudad
Universitaria
(1927)
bajo
el
patrocinio
de
Alfonso
XIII
(1886--1941),
Rafael
Folch
Andreu
fue
nombrado
vocal
de
la
Junta
Constructora
y
logró
incluir
en
los
planos
de
la
futura
Facultad,
una
zona
para
los
museos
de
Farmacognosia,
Ciencias
Naturales
e
Historia
de
la
Farmacia.
La
contienda
civil
de
1936--1939,
no
sólo
paralizó
las
obras,
sino
que
convirtió
a
la
ciudad
universitaria
en
descarnado
frente
de
batalla
en
la
lucha
por
Madrid.
Acabada
la
fraticida
contienda
se
reconstruyó
el
campus
y,
en
1944
se
trasladó
la
Facultad
de
Farmacia
a
su
emplazamiento
actual.
Los
museos
proyectados
no
se
llevaron
a
la
práctica,
excepto
el
de
Historia
para
el
cual
se
cedieron,
no
sin
grandes
dificultades,
unos
locales
de
25
por
15
metros.
La
visita
en
los
años
cincuenta
de
Cayetano
Alcázar
(+1958)
catedrático
de
Historia
de
España
Moderna
y
Director
General
de
Enseñanza
Universitaria,
hizo
realidad
la
primera
subvención
mediante
la
cual
el
arquitecto
Garriges
montó
el
laboratorio
alquimista
con
iconografía
proporcionada
por
Guillermo
Folch
Jou.
Fue
Guillermo
Folch
el
primer
director
en
1951,
cuando
era
Profesor
Auxiliar
de
Historia.
Tras
la
jubilación
de
su
padre,
pasó
a
encargado
de
cátedra
y
siguió
en
el
puesto
hasta
su
fallecimiento,
ayudado
siempre,
de
manera
incondicional,
por
Pilar
Herrero
Hinojo.
La
capacidad
para
poner
en
marcha
un
museo
francamente
bueno,
le
hizo
ser
admirado
tanto
en
España
como
en
el
resto
del
mundo.
No
satisfecho
con
el
haber
materializado
la
ilusión
paterna,
estudió
la
historia
del
propio
Museo,
su
cerámica
y
sus
morteros
(38,
39).
A
su
fallecimiento
sin
hijos,
legó
al
Museo
una
importante
colección
de
cerámica
farmacéutica,
el
Legado
Folch,
formada
por
treinta
y
nueve
piezas
que
van
desde
un
albarelo
de
Manises
de
mediados
del
siglo
XV,
uno
de
Aragón
de
la
segunda
mitad
del
XVI
o
principios
del
XVII
y
varios
catalanes
y
talaveranos
del
XVIII,
además
de
cinco
morteros
de
bronce,
valorados
en
unos
cuarenta
mil
euros,
en
su
momento.
También
donó
su
biblioteca
privada
científica,
formada
por
unos
cuantos
centenares
de
textos
muy
especializados
y
algunos
de
gran
valor.
Además
estableció,
con
una
parte
de
su
fortuna
inmobiliaria,
la
Fundación
Rafael
Folch,
dedicada
a
perpetuar
el
nombre
familiar.
Gracias
a
la
misma
el
Museo
de
Farmacia
Hispana
ha
podido
ser
socorrido,
por
el
Decanato
de
la
Facultad,
cuando
ha
necesitado
efectuar
alguna
adquisición,
ya
que
carece
de
presupuesto
ordinario
y
además
se
han
concedido
muchas
becas
para
efectuar
los
estudios
de
doctorado
en
Historia
de
la
Farmacia
y
en
otras
disciplinas
de
la
Facultad,
bien
dotadas
durante
tres
anualidades.
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