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ANA M.a PASCUAL-LEONE PASCUAL

    En 1936, Pfeiffer publicó un trabajo en el cual se exponía que si
a una rata hembra recién nacida se le trasplantaba un testículo o
se le ponían inyecciones de andrógenos los primeros días de vida, se
producía más tarde una permanente anovulación (12). Sin embargo,
aunque el verdadero desarrollo de estos trabajos se produjo a finales
de los años sesenta, comenzó su interés a partir del setenta (13).

    Hoy, sabemos que la testosterona, desdoblada en las propias
neuronas en dihidrotestosterona y estradiol (Figura 2) por acción
enzimática, es la que directamente influencia la diferenciación sexual
del cerebro. En las neuronas existen receptores nucleares del estra-
diol, de igual estructura que en los de tejidos periféricos, y es el es-
tradiol, proveniente de la testosterona, el que uniéndose a sus recep-
tores neuronales incide sobre los circuitos nerviosos configurándo-
los en el cerebro inmaduro y de forma irreversible en la edad adulta.
En el cerebro adulto el papel de las hormonas sexuales se limita a
influenciar la eficacia funcional de los circuitos neuronales que di-
chas hormonas crearon durante el desarrollo (14, 15).

Figura 2. Acciones de la testoterona secretada por el testículo fetal y de sus
metabolitos estradiol, dehidrotestosterona y ß-androstanos, en distintas lugares
durante la diferenciación sexual fetal en los embriones genéticamente masculinos.

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