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JOSÉ JAVIER LUCAS AN. R. ACAD. NAC. FARM.
su entorno, desplazarse y copular. Por último, las manipulaciones ge-
néticas son fáciles en este organismo, cuyo genoma se conoce por
completo y la mayoría de sus genes tienen homólogos en vertebrados,
incluido el hombre, con lo que las claves sobre organogénesis y fun-
ción neuronal obtenidas en el nematodo han permitido descifrar las
claves de fenómenos similares en organismos superiores.
El interés de Chalfie por la GFP surgió en 1988, mientras escu-
chaba un seminario en Columbia sobre organismos bioluminiscen-
tes. A partir del momento en que escuchó las cualidades de la GFP
que la hacían candidata a ser un excelente trazador vital, Chalfie
dejó de prestar atención al seminario obsesionado con la idea de
cómo conseguir adaptarlo a sus estudios en C. elegans. Tras un par
de días de pesquisas supo que Prasher estaba trabajando en el clo-
naje de la GFP rastreando genotecas de Aequorea victoria y se puso
en contacto con él. Prasher envió el clon con la secuencia de la GFP
a Chalfie y éste le encomendó a la estudiante Ghia Euskirchen que
lo expresara en la bacteria E. coli (8). Un mes más tarde, la estu-
diante lo consiguió y, lo que es más importante, bastaba con mirar
las bacterias transformadas en un microscopio de luz ultravioleta
para ver que fluorecían. Quedaba así demostrado, que la proteína
GFP no necesita ningún otro complemento de Aequorea victoria
para emitir su fluorescencia verde. El siguiente paso que dieron en
el laboratorio de Chalfie fue el de modificar genéticamente el gu-
sano C. elegans de manera que resultara una estirpe que expresa el
gen de la GFP bajo el promotor de un gen que está activo tan solo
en las 6 neuronas mecanosensoras del nematodo. En el gusano re-
sultante, al iluminarlo con luz ultravioleta, se distinguían perfecta-
mente los cuerpos de estas neuronas y sus proyecciones axonales a
lo largo del gusano en libre movimiento. Esto es lo que se observa
en la portada del número de 11 de febrero de 1994 de la revista
Science en el que Chalfie, Presher y tres colaboradores más publi-
caron este primer uso de la GFP como marcador tanto en bacterias
como en eucariotas (5). A partir de este momento, el número de pu-
blicaciones en las que se utiliza la GFP como marcador fue aumen-
tando exponencialmente.
Pero la gran revolución en el uso de proteínas fluorescentes esta-
ba aun por llegar. El protagonista de las mejoras que elevaron el po-
tencial de la nueva herramienta fue el tercer galardonado, el estadou-
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