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JOSÉ JAVIER LUCAS  AN. R. ACAD. NAC. FARM.

responsable de la activación y, por tanto, que el EDTA sería la gran
herramienta para mantener la actividad reversiblemente inhibida. El
resto del verano, lo dedicaron a recolectar el máximo posible de ejem-
plares de medusa en los bancos que pasaban mañana y tarde con las
mareas para inmediatamente recortar los bordes de las sombrillas de
las medusas con tijeras y después preparar el extracto de los mismos.
Cuando llevaban recolectados unos 10.000 ejemplares, por alguna ra-
zón, las medusas dejaron de aparecer con las mareas. El grupo vol-
vió a Princeton con el extracto de medusa empaquetado en hielo seco.
Tras muchas rondas de cromatografía en distintos tipos de columnas,
a principios de 1962, fueron capaces de juntar 5 miligramos del prin-
cipio activo. La sustancia capaz de emitir luz cuando se añadía cal-
cio resultó ser una proteína de un peso molecular en torno a 20.000
a la que denominaron Aequorina. A lo largo del proceso de purifica-
ción de la Aequorina también se observaba otra proteína que emitía
una luz verdosa. En la publicación de la Aequorina Shimomura men-
ciona por primera vez como “proteína verde” la que ahora todos co-
nocemos como GFP. Se refirió a ella como una proteína que también
se obtiene durante el proceso de purificación de Aequorina y que “hace
que las soluciones tomen un color verdoso a la luz solar, sólo amari-
llento con luz de bombilla y una muy brillante fluorescencia verde si
se iluminan con luz ultravioleta”.

    No fue hasta la década de los 70 que Shimomura y demás inves-
tigadores se dieron cuenta de que, en la medusa, tiene lugar una trans-
ferencia energética intermolecular entre la Aequorina y la GFP. La
Aequorina, en respuesta al calcio, emite una luz azul que es captada
por la GFP resultando en fluorescencia verde. En 1979, Shimomura
identificó el cromóforo de la GFP, que es el responsable del la fluo-
rescencia (que no quimioluminiscencia) de la GFP. Este cromóforo,
cuando recibe luz azul o ultravioleta absorbe la energía de la luz y la
emite también en forma de luz pero con otra longitud de onda, en el
espectro del verde.

    A diferencia de las reacciones de bioluminiscencia que Shimomura
había estudiado con anterioridad, en el caso de la GFP, no hacía falta
ninguna otra proteína o cofactor para que la fluorescencia tuviera lugar.
En esto, y en su pequeño tamaño, radica el potencial de la GFP como
marcador biológico. Pero Shimomura nunca imaginó cuando caracteri-
zó la GFP, la revolución que esto iba a suponer en biomedicina.

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