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VOL. 71 (1), 225-234, 2005  NECROLÓGICA DON PABLO SANZ PEDRERO

do se reunía con sus amigos. Así fue Pablo y así lo recordamos. Aún
recuerdo, con admiración, su actitud decidida y valiente en los con-
flictos estudiantiles, especialmente frente a la gran presión que ejer-
cían padres y familiares de los excluidos ante la limitación del nú-
mero de nuevos alumnos, que la Facultad de Medicina de Santiago
quería establecer para racionalizar la enseñanza de la Medicina que,
curiosamente, se resolvió con la creación de una segunda Facultad
de Medicina en Santiago a unos 200 metros de la «antigua», situa-
ción que persistió unos dos cursos académicos. Una característica
del modo de ser del Profesor Sanz Pedrero era su sentido de la
Justicia. Es fácil ser justo cuando no se pierde nada personal en
serlo; en cambio cuando se pueden perder posibilidades, cuando
conlleva riesgos el ser justo es enormemente meritorio. Con justicia,
actuó el Doctor Sanz Pedrero cuando, siendo profesor adjunto, se
opuso a su admirado maestro el Profesor Portillo quien, lógicamen-
te, deseaba promocionar a los alumnos internos, al apoyar para la
matrícula de honor a un brillante alumno que, por cierto, es hoy un
ilustre Catedrático de Universidad. Otro ejemplo, del sentido de la
justicia del Profesor Sanz Pedrero; siendo Rector de la Universidad
Compostelana, se recibió en el Rectorado un escrito ministerial que
ordenaba vender a sus inquilinos unas viviendas para Profesores, y
que en caso de no aceptar la compra, aquéllos deberían dejar las
viviendas; las condiciones de la venta eran muy beneficiosas, pero
Pablo consideró que la operación era lesiva para la Universidad en
cuyo campus, o al menos contiguo a él, estaban las viviendas. Pablo
intervino ante el Ministerio quien, lógicamente, rectificó su decisión,
la cual supuso no ya sólo que el Profesor Sanz Pedrero perdiera una
magnífica y baratísima vivienda, sino, lo que a mi juicio era más
grave, que también la perdiera quien ahora os habla.

    Pablo era un hombre especialmente sencillo, llano como su tierra
castellana, de mente abierta, sabiendo siempre estar en su sitio. Su
vida estuvo marcada además de por su familia por su trabajo, a los
cuales dedicó su entrega y esfuerzo. Trabajador infatigable, nadie le
regaló nada, todo lo consiguió por méritos propios: obsesionado por
el cumplimiento del deber, disciplinado sin dejar nada a la improvi-
sación, unido a una gran dosis de imaginación.

    Investigador serio y riguroso, tenaz y constante, docente entrega-
do. La preparación de sus clases fue tarea de una importancia capi-

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