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MANUEL DOMÍNGUEZ CARMONA AN. R. ACAD. NAC. FARM.
Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para
una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, impere-
cedera, que os está reservada en el cielo».
Estamos recordando al Profesor Sanz Pedrero. Recordar es pasar
de nuevo por el corazón. Por eso, al final de mi intervención, he
vuelto a rebobinar la figura de Pablo Sanz, nuestras conversaciones
en las reuniones con nuestras Mercedes. Creemos con Julián Marías,
que el nacimiento de un ser humano es una innovación radical de
la realidad, una creación, es decir, la aparición de una realidad nueva
e irreductible, lo que hace impensable ni imaginable que con la
muerte sobrevenga la aniquilación, la eliminación de la persona,
sobre todo cuando muere alguien a quien, como Pablo, queremos.
En este recuerdo de una vida intensa, comprometida, siempre
viviéndola, asumo la pena sentida por los que día a día, a lo largo
de toda la fecunda trayectoria académica y personal del Profesor
Sanz Pedrero y que han sabido compartir sus ilusiones e inquietudes
científicas, con el afán de una constante superación en la apasionada
dedicación a la investigación y la docencia en las Cátedras Físico-
Química de las Universidades de Santiago y Complutense, a sus
numerosos discípulos, muchos de ellos eminentes profesores y, des-
de luego, a la persona con la que compartió la vida, la salud y la
enfermedad, las ilusiones y los desfallecimientos, es decir, a Merce-
des Pastor Moyano, a la Excma. Señora de Sanz Pedrero a quien en
nombre propio y en el de todos los Académicos deseo expresar nues-
tro respeto y pesar. Descanse en paz.
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