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JOSÉ MIÑONES TRILLO AN. R. ACAD. NAC. FARM.
inmobiliarios, tal como pretendían los poderes económicos compos-
telanos, apoyados por la complacencia de los organismos públicos y
amparándose en la coartada de que muchas de esas viviendas iban
a ser destinadas al profesorado. Un conocido abogado santiagués, de
mucho renombre por su habilidad para ganar todos los «pleitos» que
defendía, se acercó un día al Rectorado para proponerle a Don Pablo
que aceptase el cambio de uso de estos terrenos, llevándole un plano
con las viviendas individuales a construir y ofreciéndole como re-
compensa la elección del chalet que desease para su uso particular.
Como era de esperar, y conociendo el carácter de Don Pablo, el
abogado salió despedido fulminantemente del despacho del rector.
Pero lo cierto es que el hábil abogado, curtido en los oficios de su
profesión, no aceptó el fracaso inicial y volvió al día siguiente para
ofrecerle dos viviendas, en lugar de una, al considerar que el ofreci-
miento del día anterior era escaso. Los improperios y los gritos del
rector todavía se oyen hoy a través de los gruesos muros del Palacio
de San Xerome.
La creación de la Escuela Profesional de Óptica Oftálmica y
Acústica Audiométrica de Santiago fue una obra importante de Don
Pablo en su época de Rector, tal como fue reconocida por el Consejo
General de Colegios Farmacéuticos que le otorgó su medalla de oro.
Tras superar obstáculos y barreras de todo tipo, esta institución se
puso en funcionamiento en febrero de 1975, contando con la ayuda
de los Colegios Farmacéuticos que financiaron el montaje de sus
instalaciones. Después de años de espléndido funcionamiento, perío-
do en el se formó a un millar de especialistas, utilizando la metodo-
logía didáctica que bien podría considerarse precursora de la que
hoy en día se emplea en los cursos «másters», pasó a transformarse
en la actual Escuela Universitaria de Óptica y Optometría. Cuando
por aquel entonces, los ópticos denunciaban la «anormal» compe-
tencia por parte de los especialistas formados en esta Escuela, Don
Pablo decía con razón: «la única anormalidad de esta Escuela es su
normal funcionamiento con el escaso presupuesto que dispone».
Don Pablo poseía un carácter fuerte. Se trataba de una persona
de firmes convicciones que las defendía en cualquier foro y en cual-
quier circunstancia. Era tenaz, pero al mismo tiempo hábil, dialo-
gante y persuasivo para conseguir lo que se proponía. Uno de los
objetivos que se marcó en la última etapa de su vida universitaria
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