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VOL. 71 (1), 217-223, 2005  NECROLÓGICA DON PABLO SANZ PEDRERO

En mi opinión esto es así porque cuando se hallan en el rellano de
la misma, sin subir ni bajar, es porque en esos momentos se encuen-
tran abriendo la puerta de su casa a los que proceden de otros
lugares. Y uno de estos era Don Pablo, que por su dinamismo, su
inquietud, su vitalidad, por su forma de llamar las cosas sin dobleces
ni retrueques y por su trato humano, cordial y afectuoso, despertaba
la simpatía y cordialidad hacia su persona, haciéndose acreedor al
nombramiento de Decano por todas estas virtudes, sin importar su
procedencia. En aquella época en que la Facultad constituía el nú-
cleo que coordinaba la organización docente y la investigación que
se llevaba a cabo en las diferentes Cátedras, el Decano se preocupa-
ba, no sólo de organizar las enseñanzas del Centro, sino también de
adquirir recursos económicos para el desarrollo de la investigación.
En este aspecto, Don Pablo siempre se caracterizó por prestar su
apoyo a los Profesores noveles que despuntaban en la Facultad,
dotándoles de equipamientos para sus investigaciones y prestándoles
toda su ayuda para conseguir metas superiores. Creo no faltar a la
verdad si incluyo en este apartado el reconocimiento a Don Pablo
Sanz de los hoy en día catedráticos de la universidad compostelana,
los Profesores Vila Jato, de Tecnología Farmacéutica; Calleja Suárez,
de Farmacología; y Raviña Rubira, de Química Farmacéutica, ade-
más, naturalmente, del que os habla y del resto de los actuales ca-
tedráticos y titulares de Fisicoquímica de Santiago: Profesores Iri-
barnegaray Jado, Sandez Macho, Conde Mouzo, Gómez-Ulla y Cid
Rey, así como de aquellos que actualmente se encuentran en otras
universidades, pero a los que Don Pablo prestó su ayuda y apoyo en
todo momento: Profesores López Fonseca, Casado Linarejos, Ríos
Fernández, Cachaza Silverio, etc.

    Sabiéndose rodear de un buen equipo de trabajo —alguno de sus
colaboradores de aquella época nos acompaña en esta Academia,
como es el caso del Profesor Antonio Martínez—, Don Pablo marcó
un hito en la historia de la Facultad, logrando el apoyo de todos los
estamentos: profesores, alumnos y personal de administración y
servicios actuaban como un bloque homogéneo, sin fisuras, colabo-
rando todos ellos en el gobierno de la Facultad. Echo de menos, hoy
en día, las fiestas que en la Facultad organizaba el Decanato para
recaudar fondos para el paso del ecuador o para el viaje fin de
carrera y en las que la concurrencia era masiva, reuniéndonos todos

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