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VOL. 68 (1), 2002  URBANISMO Y SALUD PÚBLICA

         Aranda quiso poner orden tomando medidas urbanísticas
radicalmente diferentes a las abordadas por los italianos y con distinto
propósito. Las nuevas obras y mejoras que habían de emprenderse se
aplicarían de acuerdo con los criterios ilustrados racionales, para mejorar la
funcionalidad, la higiene, el ornato, el buen gusto y el decoro de la Corte, y
conseguir espacios gratos y duraderos capaces de proporcionar felicidad a
sus usuarios. Aranda también hizo suya la idea ilustrada de que debía ser el
Estado quien se encargara de la instrucción pública; lo que obligaba a
emplear medios abundantes y costosos, y proyectos que necesitaban una
larga preparación.

         Desde este supuesto Carlos III y su ministro volvieron a pensar en el
viejo Prado de San Jerónimo como lugar idóneo con cuya remodelación el
que el Rey quería reconciliarse con sus vecinos, y desde el cual poder
transmitir un magno proyecto de instrucción popular aunque bajo la
apariencia de su uso público y destino festivo; si bien, se destinaría
fundamentalmente a la buena sociedad en la que se fue integrando también
la clase media, desde que en 1771 se creara la Orden de Carlos III; mientras
que vagos44 y charlatanes seguirían dándose cita en la Puerta del Sol45.

         El Rey nunca pensó en sí mismo como principal destinatario visual
del magno conjunto de El Prado pese a su proximidad al palacio del Buen
Retiro, y no es una exageración decir que el nuevo Paseo (o escaparate) fue
sólo para uso de los madrileños. A raíz de los desagradables sucesos
protagonizados por el pueblo contra su ministro Esquilache, y también con
el fin de reducir el numeroso cortejo de nobles que tradicionalmente le
asistían en el Palacio, fue espaciando sus estancias en la Corte y optó por la

  44 A raíz de la Real Orden de 30 de abril de 1745, recibía el apelativo de "vago" todo
aquél que no tuviera oficio, hacienda o rentas, por lo que vivía "sin saber de qué le venga la
subsistencia por medios lícitos y honestos". También se llamaba vagos a los que, teniendo
oficio, no lo ejercían sin motivo justo, los que frecuentaban casas de juego o mala
reputación, los borrachos, los amancebados, los falsos peregrinos y los romeros, y los malos
estudiantes, entre otros.

  45 José Blanco White (Cartas de España, Alianza Edit. 2 ed. Madrid, 1977, Carta XI,
p.278) critica la costumbre de la población de haraganear toda la mañana por las calles, "y
calentarse al sol durante el invierno en la Puerta del Sol, una plaza bastante grande, casi toda
rodeada de edificios públicos".

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