Page 66 - 68_04
P. 66
ANA Mª JIMÉNEZ GARNICA ANAL. REAL ACAD. NAC. FARM
desde Italia destacó el arquitecto Francisco Sabatini que fue el encargado de
ejecutar los planes reales de saneamiento urbano. En 1761 redactó las
Normas para acometer y regular la limpieza y empedrado de la ciudad y se
encargó del trazado del alcantarillado y de la construcción de las "minas
públicas", para lo que partió del citado estudio de Alonso de Arce de la
primera mitad del s. XVIII. En lo sucesivo, las aguas pluviales, de cocina y
de limpieza se evacuarían a través de unas bajantes que, dando a desembocar
en el pavimento, discurrirían luego por arroyos previamente señalados; y las
aguas mayores se recogerían en las minas y pozos negros. Por su parte, las
basuras sólidas deberían depositarse en portales, caballerizas y patios. El 9
de mayo de 1761 llegaba al Rey la Instrucción para el nuevo empedrado y
Limpieza de las calles de Madrid, que había sido redactada por el
gobernador del reino y obispo de Cartagena, Don Diego de Rojas y
Contreras. Carlos III las aprobó el 14 de mayo de 1761 e, inmediatamente, se
iniciaron los trabajos destinados a lograr la salubridad e higiene de la ciudad,
que se completaron con otros proyectos de iluminación y seguridad públicas.
Los trabajos de pavimentación, para los que el Rey destinó 250.000
reales anuales de los fondos públicos, quedaron terminados en dos años.
Pero no parece que los resultados fueran demasiado afortunados pues,
cuando sir John Talbot Dillon publicó en Londres sus Travels through Spain
en 1780, tuvo que reconocer, pese a la devoción profesada a nuestro país, el
estado casi primitivo en que se encontraban las calles de Madrid:
"las calles principales están pavimentadas con pedernal cortado,
otras con guijarros. Pero todas, por lo afilado de las aristas y por el estado de
abandono general, resultan muy incómodas para los que transitan a pie,
siendo además demasiado estrecho el pavimento liso que rodea a las
casas"35.
En efecto, en las Instrucciones se dictó que los propietarios solaran
la parte de las vías públicas más próxima a sus casas, con una anchura de
una vara y tres pies, mientras que de la parte central se encargaría el erario
público.
Una vez empedradas las calles la limpieza ya era posible. En 1764 se
organizó un sistema de recogida con serones y caballerías para sacar las
35 Cfr. J. Llamazares: op.cit., p.48.
174