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VOL. 68 (1), 2002  URBANISMO Y SALUD PÚBLICA

de Paseo del Prado, se comprendían tres diferentes antiguos tramos. El
primero, o Prado de Atocha, discurría entre la calle homónima y el convento
de dominicos de Nuestra Sra. de Atocha, y se prolongaba por la izquierda
hasta el alto de San Blas; donde, muy a finales del s. XVIII, Juan de
Villanueva había levantado el Observatorio astronómico. El segundo, que
fue sobre el que centró su atención Felipe II, lo conformaba un conjunto de
huertas cultivadas al pie de las colinas sobre las cuales, a fines del s. XV, se
levantó el Monasterio de los Jerónimos, que dio nombre al Prado, y en el s.
XVII se construyó el Palacio del Buen Retiro. Andando el tiempo, se plantó
una alameda hacia el Norte, formando la tercera fase del Paseo, en una zona
de tierras de labor en dirección a la Fuente Castellana, que tomó el nombre
de Prado de Recoletos del convento de agustinos que allí se construyó en
1595 y que cerraba el conjunto. Según Mesonero, un barranco "inmundo"
recorría toda la extensión del conjunto hasta la puerta de Atocha.

         Felipe II mandó regularizar y hacer transitables los dos primeros
tramos enumerados y, en dicha reorganización, empleó el Manierismo como
lenguaje artístico. Éste era un estilo que daba prioridad al juego de opuestos
y contrarios, lo que posibilitaba plantar álamos ordenados en tres hileras, que
contrastaban con las diferentes especies frutales de las huertas vecinas; así
como colocar numerosas fuentes, también diversas en su concepción, cuya
acometida procedía de un nuevo "viaje de agua"8 construido al efecto: el del
Abroñigal Bajo, que la captaba del arroyo de este nombre y la canalizaba por
tuberías hasta alcanzar las numerosas fuentes del Prado.

  8 Se llamaban viajes de agua a unas galerías que la captaban desde los acuíferos y que
también eran conocidas con el nombre semita de qanat, de donde derivaría la palabra latina
canna, y las castellanas canal y caño. Fueron los musulmanes quienes generalizaron su
construcción y uso con el nombre de majrá. Madrid fue, concretamente, uno de los lugares
donde trazaron mayor número de ellas, gracias a su situación meseteña elevada y próxima a
la Sierra, y sobre un terreno de fácil drenaje. El número y extensión de las galerías dieron
nombre a la ciudad: Majrit (lugar de muchas majrás).
La cristianización de la ciudad, tras su conquista por Alfonso VI, cambió el nombre del
majrá por el de viaje de agua y su número fue creciendo a medida que lo hacía la ciudad
(cfr. Felipe II. Los ingenios y las máquinas. Ingeniería y obras públicas en época de Felipe
II (Catálogo de la Exposición del real Jardín Botánico, septiembre- noviembre 1998),
Madrid, Sociedad Estatal para la conmemoración del centenario de Felipe II y Carlos V,
1998, p.338).

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