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VOL. 68 (1), 2002 URBANISMO Y SALUD PÚBLICA
después de la ruina del Alcázar tras el incendio de la noche de Navidad de
1734. Pero como, desde que en 1580 Felipe II estableciera la Junta de
Policía y Ornato Público, el Concejo de la Villa había perdido autonomía
edilicia (hasta el punto de que a comienzos del s. XVIII sus competencias
eran menores que en cualquier otra población), éste no pudo intervenir
drásticamente en el espacio del Prado que, poco a poco, fue cayendo en un
estado de abandono y perdiendo su primitiva función de lugar de
esparcimiento.
Hacia 1659 Antonio de Gremont lo describía como un lugar de
espeso polvo18 pese a que todavía conservaba muchas fuentes19, y Francisco
Bertaut se extrañaba de que recibiera el nombre de Prado20, y no creía que
allí hubiera crecido nunca la hierba. Por otra parte, señalaba que no había
"más que una docena de árboles viejos (olmos) aquí y allá, y lo que hay de
hermoso son siete u ocho fuentes abundantes" con surtidores, sin las cuales
no se podría pasear por allí debido a que el polvo "es insoportable". Unos
años después, en 1659, Antonio de Brunel21 destacaba la degradación moral
que estaba sufriendo la ciudad y, en concreto, el Paseo del Prado debido a la
desvergüenza de las cortesanas, hasta el punto de que
"las grandes señoras y las mujeres de bien (...) no van ni de paseo, ni
al Prado" (y) "cuando van al Prado, de ordinario llevan las cortinas de las
carrozas corridas".
La misma idea la repite Madane d'Aulnoy en 167922 al insistir en que
las damas que por allí pasean en carroza no son las de primera calidad, y que
los caballeros acuden medio desnudos cuando es verano.
Ningún médico de la época alzó su voz para protestar. Pero tampoco
hay que extrañarse mucho porque, entonces, los grandes innovadores
europeos de la medicina no entendían que las enfermedades del espíritu
pudieran estar dentro de sus disciplinas, ni que los lugares arbolados 3fueran
buenos para la salud de los habitantes de las ciudades. De esta forma, cuando
18 cfr, García Mercadal, op.cit., vol.III, p.382.
19 Francisco Bertaut así lo dice (cfr. García Mercadal, op.cit., vol.III, p.407.
20 García Mercadal, op.cit., Vol.III, p.409.
21 García Mercadal, op.cit., Vol.III, p.269.
22 García Mercadal, op.cit., Vol.III, p.382.
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