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VOL. 68, (1) 2002 ESTUDIOS DE FARMACIA EN CONCEPCIÓN-CHILE
ya que muchos eruditos y filósofos escribieron obras sobre medicina, es-
pecialmente algunas directamente relacionadas con vegetales, sus usos
medicinales, como se debía cultivar seleccionar y preparar las plantas
para fines terapéuticos y aún para la alimentación humana.
En algunas de las antiguas universidades que generalmente fun-
cionaban en algún claustro conventual o como anexos a orgullosas cate-
drales, se establecieron cursos de medicina. Algunas de ellas brillaron
más tarde por su sabiduría, por sus academias y bibliotecas donde se dis-
cutían temas relacionados con el arte de medicinar y donde se comenta-
ban las virtudes de plantas medicinales de tierras nativas o de países leja-
nos.
Con razón se afirma que los conocimientos actuales, valorados por
el progreso de la química, del laboratorio y de la clínica, han venido a
demostrar con el tiempo, que muchos de los principios activos que con-
tienen las plantas y que sólo se conocían de una manera empírica, tenían
en realidad una gran importancia. Así se comprobó una vez que se les
llegó a aislar, dosificar y aplicar a los enfermos. Estas mismas drogas tu-
vieron sus usos primitivos y sus conocimientos en aquellas reuniones
académicas de sabios antiguos.
El descubrimiento de América por Colón trajo consigo no solo un
aumento del arsenal terapéutico sino un perfeccionamiento de la llamada
“enseñanza universitaria” en los campos de la medicina y de la farmacia,
ya que los nuevos y grandes hallazgos de fitomedicamentos se debieron a
representantes de esas dos profesiones, especialmente a los farmacéuticos.
La fundación de la Universidad de San Felipe, en Santiago de Chi-
le, fue autorizada en 1738 por una real cédula; sólo en 1747 se dieron los
primeros pasos para su instalación, que tenía por objeto principal preparar
teólogos y juristas, como también médicos, de acuerdo con los planes de
estudio de establecimientos extranjeros similares.
En dicha primera universidad santiaguina no figuraba ninguna
cátedra para preparar farmacéuticos; probablemente no existía ningún
interés en la juventud de aquellos años para estudiar dicha profesión.
Sintomático es recordar que en el primer curso de medicina dicta-
do en dicha universidad por Domingo Nevín, médico irlandés y graduado
en Francia, se matricularon únicamente seis alumnos. De éstos tres llega-
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