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VOL. 68, (1) 2002 ESTUDIOS DE FARMACIA EN CONCEPCIÓN-CHILE
De lo que se deduce que la botica fue establecida primitivamente
para satisfacer las necesidades de Compañía y su colegio, y posteriormen-
te sus servicios se extendieron al público.
Nos detendremos en este relato sobre la Botica de los jesuitas en
Santiago, ya que ella representa el desarrollo alcanzado por la Farmacia
hasta el siglo XVIII. Fue la más prestigiosa de todas, administrada con tal
sagacidad que sorprende por el volumen considerable de sus drogas y su
calidad, y la preparación técnica de quienes la regentaron, en general reli-
giosos jesuitas alemanes a la vez farmacéuticos. Pudo esta botica compe-
tir no solamente con las mejores de América, sino también resistir con
éxito la comparación con cualquier farmacia europea de su tiempo.
El éxito comercial de este establecimiento fue enorme, al extremo
que el boticario Andrés Ruiz Correa, que desde algunos años tenía abierta
una oficina de Farmacia, reclamó al Cabildo de la precaria situación co-
mercial de su establecimiento. El procurador, oídas las partes resolvió, y
las partes aceptaron que la Comunidad Jesuita comprara el establecimien-
to del reclamante. Así terminó feliz, al parecer, este primer caso de lucha
comercial en el campo Farmacéutico”16
La botica de los jesuitas estaba situada detrás del Colegio máximo
de San Miguel, en la portería del Claustro de la Compañía.
Vicuña Mackenna, en su obra citada dice: “Estaba ubicada a un
costado de la calle Morandé... la botica daba lugar a mucho trajín y la
calle Morandé era llamada en aquel tiempo “calle de la Botica”.
A fines del siglo XVII era esta botica, al decir del Cabildo “la más
surtida y aparejada que hay para el uso de ella”. Algunos años después de
107, el procurador general de la ciudad insistía en lo anterior y agregaba:
“los mejores medicamentos que se venden para las curaciones de los en-
fermos de esta ciudad son los de la Botica de la Compañía de Jesús”.
Los clérigos la cerraban al anochecer y durante el día entregaban
los medicamentos por una portezuela.
El local de la botica tenía su “doblado” (trastienda) donde se pre-
paraban las recetas. Había allí una cruz grande de fierro y colgadas de
ellas, las grandes balanzas de madera; tres otras de alquimia de diversos
portes, fuera de dos balancitas de plata con pesitas del mismo metal.
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