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VOL. 68 (4),  BOTICA Y FARMACIA EN EL QUIJOTE

      Y, en efecto, páginas más adelante y todavía en compañía de los ca-
breros, se sigue alabando el beneficioso efecto de la medicina aplicada que
es tal que no hay que temer contrario accidente y es que, además de su
valor terapéutico, llevaba una gran dosis de fe y confianza, factores curati-
vos donde los haya.

      Atrás quedan los amores de Marcela y Grisóstomo, enterrado él,
perdida ella y en la su busca Don Quijote y Sancho, cuando, descansados
estos y paciendo el jumento y Rocinante a sus anchuras (P. I: Cap. XV), a
éste le vino el deseo de refocilarse con las hacas galicianas de unos arrie-
ros yangüeses, afán que terminó recibiendo, primero el rocín y, después,
caballero y escudero, tal cantidad de palos y estacazos, verdadera tempes-
tad de ellos, que Sancho suplicaba por dos tragos de aquella bebida del
feo Blas por si también era útil en el quebrantamiento de los huesos y no
sólo en curar heridas.

      Porque fue tal que, a lo largo de la plática que entre lamentos y que-
jas sostuvieron, Sancho no pudo menos que exclamar que más estoy para
bizmas (*) que para pláticas. Y resultó ser que esa humilde palabra, que
parecía intentar esconderse por la frase, es una forma de emplasto (*),
aplicación farmacéutica cuya consistencia le permite conservar la forma
que se le da, de aquí la rigidez que proporciona (8), y que llega hasta nues-
tros días como parches para los riñones y para el pecho, según pudo con-
firmar Cidi Hamete Boticaril en el Recetario del hospital del convento
donde trabajaban La Enfermera y Sor Virginia...

      Pero si bizma nos daba la impresión de querer pasar desapercibida,
no ocurre lo mismo con melecina, que destaca brillantemente en el párrafo
que sigue: Cogido el caballero del Febo, cayó a una profunda sima y allí
le echaron una destas que llaman melecinas (*), de agua de nieve y are-
na, de lo que llegó muy al cabo y si no fuera socorrido en aquella gran
cuita de un sabio grande amigo suyo, lo pasara muy mal el pobre caballe-
ro. (Efectivamente, grande amigo y mayor sabio había de ser el que resol-
viera tan difícil y profunda situación).

      Y, mientras Don Quijote sostiene no verse afrentado por los golpes
recibidos, pero sí molido y dolorido por estos males pasajeros, Sancho se
lamenta de todo lo contrario y discrepa de su amo en una frase de alto con-

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