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VOL. 68 (4), BOTICA Y FARMACIA EN EL QUIJOTE
¡Ay, buen ungüento blanco,
remedia a mi señor
de la herida profunda
que en lides recibió!
¡Que no sangre la oreja,
mis hilas traigo yo!
Vendémosle depriesa;
el blanco lo sanó.
Ya en tiempos de Don Quijote lo mejor era lo de cada uno y, tal y
como ahora escuchamos en nuestras farmacias, el mejor medicamento es
el que tomamos nosotros, siendo el nuestro el mal de mayor gravedad. Por
ende, Don Quijote se apresura a contestar (y cito los textos históricos) que
todo esto fuera bien excusado si a mí se me acordara de hacer una redo-
ma del bálsamo (*) de Fierabrás (5); que con una sola gota se ahorrasen
tiempo y medicinas. (P. I : Cap. X).
La intención última de este trabajo nos impide renunciar a transcribir
con toda fidelidad la pregunta de Sancho y la respuesta de Don Quijote:
-¿Qué redoma y qué bálsamo es ese?
-Es un bálsamo, de quien tengo la receta en la memoria, con el cual
no hay que tener temor a la muerte ni hay que pensar en morir de ferida
alguna. Y, ansí, cuando yo le haga y te le dé, no tienes más que hacer sino
que cuando vieres que en alguna batalla me han partido por medio del
cuerpo (como muchas veces suele acontecer), bonitamente la parte del
cuerpo que se hubiere caído en el suelo, y con mucha sotileza, antes que
la sangre se yele, la pondrás sobre la otra mitad que quedare en la silla,
advirtiendo de encajallo igualmente y al justo. Luego me darás a beber
solos dos tragos del bálsamo que he dicho, y verásme quedar más sano
que una manzana. (P. I : Cap. X)
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