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ÁNGEL DEL VALLE NIETO                          ANAL. REAL ACAD. NAC. FARM.

      (“Ser una cosa un bálsamo”, nos alumbra Boticaril, es “ser perfecta
en su especie”. Así se desprende de la respuesta del caballero pues, ¿ qué
mayor perfección para una medicina que perder con ella el temor a la
muerte o el de pensar en morir de ferida alguna?).

      Y fue tal la convicción que Don Quijote puso en su respuesta que le
hizo exclamar, en una de sus escasas efusiones líricas no dedicadas a Dul-
cinea:

Bálsamo de Fierabrás,
sana que me sanarás.
Una gota bastará
y mi herida curarás.
Bálsamo de Fierabrás:
si me parten por mitad
tu virtud me compondrá.
Mas ten ojo, Sancho amigo,
no dejes la sangre helar.

      Y de la receta, palabra que brilla con luz propia en este párrafo, ¿qué
decir al boticario?. Receta: palabra llana, humilde de acentos, de justa lon-
gitud y perfecta fonética. Motor de nuestra actividad boticaria. Tú nos
conviertes en noble brazo del médico. Así llegó a cantarte un anónimo
compañero:

                    ¡Oh receta, verde o roja,
                    señora de la botica!
                    A lo que llevas escrito
                    el boticario se aplica

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