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VOL. 68 (4),                                       BOTICA Y FARMACIA EN EL QUIJOTE

              y se esfuerza y perfecciona
              por cumplir lo que le indicas.
              No te cambiaré por ínsula
              como Sancho pretendía;
              para mí, tú vales más,
              receta, receta mía.

      Admirado de tanto elogio y alabanza, Sancho no tuvo reparo alguno
en ofrecer a su amo la renuncia al gobierno de la prometida ínsula a cam-
bio, si eso es así (obsérvese la reticente desconfianza del condicional), de
obtener la receta de ese extremado licor al que, en su codicia, aplica un
precio de venta de dos reales la onza, lo que multiplicará por varios miles
los “honorarios profesionales”.

      Siguió insistiendo Sancho para conocer si tenía mucho coste el hace-
lle y, por ende, calcular los beneficios que podría reportarle su confección
sin pararse a pensar en el incremento que para el gasto farmacéutico de su
Comunidad podía suponer la comercialización del Bálsamo y sin tener
miedo a futuras revisiones periódicas de márgenes pues para eso ya lo
pensaba él poner bien amplio y cumplido. (-¡Precios de referencia a mí!,
pensaba en su interior).

      -Con menos de tres reales se pueden hacer tres azumbres, respondió
Don Quijote.

      -¡Pecador de mí!, replicó Sancho. Pues, ¿a qué aguarda vuestra
merced a hacelle y enseñármele? (P. I: Cap. X).

      Las “cuentas” de Sancho. (Perdona, economista y empresarial lector,
esta numérica disgresión):

      Precio de costo: Tres azumbres cuestan tres reales.

      Precio de venta: Una onza se vende a dos reales.

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