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VOL. 66, (1) 2000 NECROLOGÍA
se encontraba en pleno cambio para sustituir la producción de gasolinas
mediante la destilación de las pizarras bituminosas por el fraccionamiento y
refino de petróleo. Pues bien, el planteamiento de aquel tema era tan abierto
y los objetivos tan bien definidos que ha permitido incorporar las nuevas
técnicas manteniendo su estructura para llegar, a través de la petroquímica, a
sintetizar el 90% de los productos químicos del mercado.
Los alumnos acabábamos las clases abrumados por el contenido de
la lección pero satisfechos porque habíamos encontrado el ¿porqué? y el
¿para qué? de las enseñanzas previas de nuestra carrera. El sentido de la
realidad era tan vivo que hasta nos permitíamos hacer conjeturas sobre las
posibilidades de trabajo en una u otra industrial de las que con aquellas
directrices se podían generar y poco más tarde se instalaron, al final de los
60, cuando la Industria Química en España empezaba a encender sus luces
para llegar a brillar con la luz que ahora presenta.
Con este profesor nos hemos formado directamente los licenciados
de 30 promociones de Ciencias Químicas de la Universidad Complutense y
continúan alimentándose con su obra, al menos, todos los estudiantes de
Química de la Universidad Española.
Efectivamente, era un magnífico profesor pero también fue un líder
capaz de para dirigir y mandar sin menoscabo de su magisterio. Sus
iniciativas convencían y arrastraban y su fuerza para efectuarlas nos
arrollaba por la cantidad, calidad y rapidez con que actuaba. Su dureza y, a
veces, desganada exigencia, fruto de la disciplina que tenían consigo para
desarrollar tantas actividades originales con éxito, la transmitía a sus
colaboradores, a sus discípulos, que lo encajábamos llevados por la
admiración y respeto hacia el maestro, hacia el jefe; pero, además sabíamos
que su efecto por nosotros no tenía merma, al revés, se fortalecía porque
humanamente estábamos más cerca.
Miren Vds. cual fue la respuesta al primer borrador de mi Tesis
Doctoral. Después de muchas correcciones en las páginas previas, al llegar a
la 19, me imagino que ya le había puesto nervioso del todo, me escribió:
“No aguanto más esta lectura, Federico. Hay que redactar otra vez.
Lo siento. Lee a Ortega, por ejemplo, antes de ponerte a la tarea para que
cojas el ritmo de una buena redacción. Y, por favor, fíjate en las comas,
coño, y en que las frases tienen sujeto, verbo y complemento...”
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