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ANALES La profesión médica hoy día no solo tiene problemas de
RANF diversa índole, sino que, además, tiene una "enfermedad" que se
inicia en las facultades de Medicina, donde no siempre se le dedica
www.analesranf.com la atención que merece y requiere, y de la que los docentes son los
únicos responsables. Durante el período de Residencia es fácil de
el que planteaba un serio problema profesional: Desde hace unos reconocer, pero no se hacen los esfuerzos para evitarla y en el mejor
lustros cualquier observador se percata, que los médicos, en pro- de los casos las medidas correctoras son inadecuadas, ignoradas o
porción creciente, interrogan mal, exploran mal y, en consecuencia, atemporales.
yerran sus diagnósticos y tratamientos (16). La situación ha seguido
deteriorándose, de tal modo que el arte clínico que siempre ha sido Esta "enfermedad" ha sido denominada por Herbert Le-
consuetudinario del quehacer médico, corre ahora el riesgo de ser onard Fred (1929-2018), reputado clínico norteamericano, "defi-
sustituido por la técnica y el pragmatismo al adoptar el médico ac- ciencia de habilidades clínicas" (23), por la que, por definición, los
titudes que le alejan de sus responsabilidades con los pacientes y afectados están mal o poco entrenados para asistir bien a los pa-
la sociedad. cientes. Y los programas de Residentes aprueban un número cada
vez mayor de estos "hipohábiles"; médicos denominados así porque
En efecto, en las últimas décadas, la educación médica ha no saben hacer una correcta historia clínica, ni una exploración física
asumido una progresiva tecnificación de las destrezas exigidas para fiable, ni interpretar la información que recogen; tienen poco poder
el ejercicio profesional. Sin que esto sea, por sí mismo, un demérito de razonamiento y escasa capacidad de comunicación con el en-
o algo negativo, esta evolución evidencia un desplazamiento de las fermo; sin embargo, estos médicos son ávidos en pedir todo tipo de
habilidades clínicas basadas en la palabra y en la exploración física análisis y pruebas de imagen, aunque no siempre saben cuándo
(8,13,15-20); no obstante, sería injusto no reconocer o ignorar los hay que solicitarlas ni cómo interpretarlas; se remiten a una suerte
extraordinarios progresos que la tecnología dedicada al servicio de de "clinimetría" donde es más fácil ponerle número y score a los
la salud ha permitido alcanzar. No se trata, pues, de oponer tecno- síntomas y signos que cualidades, como si con ello pudieran definir
logía a la relación médico-paciente, ya que no es la separación sino una constante absoluta sobre una patología; también han apren-
la conjunción de las habilidades con la tecnología la llave del pro- dido a valorar un cúmulo de datos más que al paciente a quien per-
greso médico. Hablar de arte en medicina no es una apostasía de tenecen, muchas veces sin tener presente que la petición de pruebas
la ciencia. complementarias innecesarias conlleva un coste extra para el erario
público o para el paciente, expone a éste a complicaciones e iatro-
La ciencia y las nuevas técnicas diagnósticas y terapéuticas genias, ansiedad y pérdida de tiempo para él y sus familiares. En
que de ella derivan están modificando de manera radical el modo estas circunstancias, hay enfermos que pueden sentir desinterés,
con el que se ejerce la medicina. Mucho de lo que practicamos en la falta de empatía con su médico, sentirse ansiosos, ignorados e in-
medicina no tiene base científica e, incluso, lo que la tiene, requiere cumplir el tratamiento, aunque éste sea el correcto, mientras que
la aplicación del juicio clínico para decidir cuándo y cómo elegir el médico puede perder la capacidad de comunicarse, transmitir in-
entre las diferentes opciones disponibles. La experiencia está siendo terés, confianza y esperanza.
desacreditada siguiendo la tendencia social dominante que solo va-
lora lo nuevo. Se olvida que el conocimiento es experiencia, todo lo Por esta actitud, adquieren, de modo inevitable e involun-
demás es información (Einstein). tario, una perspectiva enfocada al laboratorio y a la imagen más
que al enfermo; tanto es así, que la consecución del diagnóstico está
Aunque el péndulo de la medicina está desplazándose del actualmente condicionada por la necesidad de objetivar con cifras e
arte de la medicina hacia su perfil científico, el mejor clínico es tal imágenes la impresión inicial. Esta preferencia por resolver las dudas
vez aquel que provisto de sólidos conocimientos médicos atiende al mediante la objetivación es una estrategia no solo tranquilizadora
paciente dotado de un equilibrado juicio clínico; es decir, aplica su como posible medio de defensa (medicina defensiva) sino que está
arte, del que forman parte no solo el juicio clínico sino la condolencia imbuida del concepto de lo "científico"; por ello, es fácil constatar
y la compasión (21). Escuchar, hablar, siguen siendo gestos esen- que muchos médicos tienen como prioridad verificar las hipótesis a
ciales de la práctica médica. Su propia persona sigue siendo el prin- través de la contundencia tecnológica de la imagen en ausencia de
cipal recurso con el que cuenta el médico (22). una anamnesis y exploración física pertinentes y correctas. Es obvio
recordar que por ser la enfermedad un fenómeno del ser humano
Los médicos actuales parecen estar demasiado entrenados debería incluir, más que ignorar, la parte de incertidumbre intrínseca
en la ciencia pero poco preparados en lo que respecta a las habili- de todo proceso biológico o social que afecte al hombre.
dades sociales y para relacionarse con sus pacientes como seres hu-
manos. En este sentido, la conocida aseveración del gran clínico
francés Trousseau “el peor hombre de ciencia es aquel que nunca
es un artista” puede aplicarse al médico moderno que exuda ciencia
pero carece del arte de la medicina. Ayudar a los enfermos a sanar
es puro y simple arte, aunque el médico es, no obstante, un "artista"
peculiar ya que, necesariamente, debe poseer sólidos conocimientos
científicos.
Decadencia del arte clínico y auge de la medicina tecnológica 129
José Antonio Rodríguez Montes
An. Real Acad. Farm. Vol. 87. Nº 2 (2021) · pp. 123 - 133