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Lípidos
y
diabetes
tipo
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En
opinión
de
algunos
científicos
la
insistencia
en
el
carácter
glucídico
de
la
enfermedad
podría
haber
desviado
la
atención
del
importante
papel
de
los
lípidos
en
el
desarrollo
de
la
patología.
En
un
artículo
publicado
en
1992
en
la
revista
Science
titulado
“Si
Minkowski
hubiera
sido
agéusico.
Una
visión
alternativa
de
la
diabetes”,
J.
Denis
McGarry
especula
con
la
posibilidad
de
que
Minkowski,
hubiera
perdido
la
capacidad
de
distinguir
el
sabor
dulce
de
la
orina
de
los
perros
a
los
que
previamente
había
convertido
en
diabéticos
tras
una
pancreatectomía.
En
ausencia
del
sentido
del
gusto,
razona
McGarry,
tal
vez
habría
sido
capaz
de
detectar
el
olor
de
los
cuerpos
cetónicos,
algo
que
sin
duda
habría
dirigido
a
la
comunidad
científica
hacia
el
estudio
del
metabolismo
de
los
lípidos
(4).
EL
CICLO
DE
RANDLE
Y
EL
MODELO
LIPOGÉNICO
DE
LA
DIABETES
A
pesar
del
énfasis
en
el
metabolismo
de
la
glucosa,
la
relación
entre
los
lípidos
y
la
resistencia
a
insulina
se
conoce
desde
hace
tiempo.
Estudios
llevados
a
cabo
en
músculos
humanos
han
determinado
que
la
presencia
de
lípidos
en
el
interior
de
la
célula
muscular
constituye
el
mejor
predictor
de
la
resistencia
a
insulina
en
ese
tejido
(5).
De
la
misma
forma,
la
resistencia
a
insulina
hepática
está
muy
relacionada
con
el
contenido
de
lípido
intrahepático,
siendo
este
un
mejor
indicador
que
la
propia
adiposidad
visceral
(6)
Las
primeras
observaciones
experimentales
sobre
las
conexiones
entre
un
aumento
de
los
niveles
de
lípidos
y
la
ralentización
del
metabolismo
de
la
glucosa
fueron
publicadas
por
Randle,
quien
incubando
preparaciones
de
músculo
con
ácidos
grasos
observó
un
incremento
de
los
niveles
de
glucosa
y
glucosa
6--fosfato,
así
como
un
aumento
de
los
depósitos
de
glucógeno
intracelular.
Basándose
en
estos
resultados
propuso
un
mecanismo
de
regulación
alostérico
consistente
en
la
inhibición
de
la
piruvato
deshidrogenasa
a
causa
del
aumento
de
los
cocientes
acetil
CoA/CoA
y
NADH/NAD+
en
el
interior
de
la
mitocondria.
El
consiguiente
incremento
de
citrato
inhibiría
dos
pasos
de
la
glucolisis:
la
conversión
de
glucosa
a
glucosa
6--fosfato,
catalizada
por
las
hexoquinasas
y
la
formación
de
fructosa
1,6--
bisfosfato,
la
reacción
clave
en
la
regulación
de
la
glucolisis.
Por
su
parte
la
glucosa
6--fosfato
acumulada
en
ausencia
de
glucolisis
sería
derivada
a
la
formación
de
glucógeno
(Figura
1)
(7,
8).
Este
mecanismo
pudo
ser
demostrado
en
animales
en
los
que
infusiones
de
elevadas
cantidades
de
lípidos
en
cortos
períodos
de
tiempo
producían
un
aumento
de
glucosa
6
–fosfato
(9)
y,
así,
la
hipótesis
de
Randle
se
mantuvo
como
paradigma
de
la
diabetes
a
lo
largo
de
varias
décadas.
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