Page 122 - 79_01
P. 122
A.
G.
Bueno
cuentas
del
año
anterior,
dejara
constancia
del
fallecimiento
de
José
Díaz
Poblet,
quien
fuera
decano
del
Colegio,
e
informara
de
ello
a
quien
habría
de
ser
su
sustituto
en
el
cargo,
Casimiro
Gómez
Ortega
(27).
Todo
parece
seguir
el
sino
a
que
obligan
los
años
de
una
guerra,
durante
los
cuales
las
instituciones
se
mantienen
en
un
estado
latente
que
las
hace
prácticamente
inoperantes.
Una
nota,
aparentemente
banal,
en
el
acta
de
esta
Junta
particular
de
enero
de
1812,
nos
abre
una
extraordinaria
ventana
para
comprender
cómo
funcionó,
en
la
vida
real,
esta
corporación
farmacéutica;
se
trata
del
comunicado
de
uno
sus
miembros,
Plácido
de
Briega
y
Regidor.
Placido
de
Briega
pertenecía
al
Real
Colegio
desde
junio
de
1777
(28),
tuvo
farmacia
abierta
en
la
plazuela
de
San
Ildefonso
y
ocupó
diversos
cargos
en
la
Junta
directiva
entre
1783
y
1816
(29);
entre
ellos
el
de
director,
al
menos
en
dos
periodos
(1800--1801
y
1817--1819).
El
caso
es
que,
en
ese
enero
de
1812,
con
apenas
cincuenta
años
(30),
nuestro
boticario
atraviesa
un
periodo
de
crisis
por
el
reciente
fallecimiento
de
su
mujer,
Gertrudis
Montenegro,
y
ha
decidido
ceder
la
botica
a
su
hija,
Josefa
de
Briega
y
Montenegro,
casada
con
Diego
García
Herrero
“qe
la
esta
sirviendo
como
mando
de
aquella…”
(31).
El
dato
tiene
un
indudable
interés
para
valorar
de
manera
adecuada
el
papel
que
juega
la
mujer
en
la
profesión
farmacéutica;
desde
luego
no
la
ejerce,
pero
sí
es
la
propietaria
del
establecimiento.
El
texto
nos
aporta
otra
clave
más:
la
carencia
de
botica
no
es
óbice
para
dejar
de
pertenecer
al
Colegio
(32);
así
nos
lo
confirma
el
literal
de
la
propia
Junta
al
presentar
éste
su
cese:
“…
teniendo
presente
qe
algunos
yndividuos
de
este
cuerpo
han
continuado
en
el
aun
quando
hayan
dexado
sus
Boticas
en
iguales
casos
al
de
Dn.
Placido
qe
lo
ha
verificado
por
su
comodidad
y
descanso;
qe
los
meritos
y
servicios
de
este
respecto
del
Colegio
en
el
puntual
desempeño
de
todos
los
empleos
qe
ha
obtenido
merecen
toda
atencion,
y
lo
instruido
qe
se
halla
en
los
negocios
del
cuerpo
pueden
serle
muy
util,
se
acordó
no
admitir
la
despedida
del
dho
Dn.
Placido
y
si
qe
continue
siendo
Colegial
de
numero
como
hasta
aqui
sin
diferencia,
de
los
demas
pero
dandose
cuenta
de
ello
a
la
Junta
Gral.…”
(33).
Y
el
acta
de
la
Junta
aún
nos
depara
la
noticia
de
un
hecho
interesante,
que
nos
muestra,
bien
a
las
claras,
el
carácter
gremial
con
que
los
boticarios
madrileños
conciben
su
ejercicio
profesional;
en
unión
a
la
renuncia
--no
aceptada--
de
Plácido
de
Briega
como
colegial
de
número,
se
presenta
el
memorial
de
su
yerno,
Diego
García
Herreros,
solicitando
ser
colegial
(34);
se
le
admite
de
inmediato
como
tal,
“…
dispensandole
la
operación
y
Disertacion
mediante
lo
qe
por
punto
general
tiene
resuelto
el
Colegio
para
estos
Casos
y
se
ha
practicado
con
los
116