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VOL. 75 (4), 923-96, 2009  LAS FARMACOPEAS DE MÉXICO Y ESTADOS UNIDOS...

dad de Boston; en sus páginas se describían 221 fármacos conside-
rados de interés, además de otros 71 recogidos en una lista secun-
daria. Las preparaciones y composiciones ascendían a 329 y estaba
escrito en inglés y latín.

    No es un hecho fortuito que el 90 por 100 del contenido del texto
de la Massachussetts aparezca en la USP de 1820, primero por la des-
tacada inclusión de los simples y preparaciones nacionales ad hoc
con el espíritu nacionalista del momento, y segundo porque sus re-
presentantes e instituciones estaban entre las más desarrolladas del
país, y era lógico que hiciesen sentir su influencia. El otro estado
que podía equipararse con Massachussetts y Philadelphia, era New
York, en cuyo territorio —específicamente en el seno de sus Socie-
dades Médicas— se gestó y desarrolló el proyecto inicial llevado a
buen término en gran medida por el tesón y la excelente preparación
de sus representantes Spalding y Mitchill (8).

    En el caso de México, también es clara la predominancia de la
residencia de los autores de una región específica de la República,
donde la actividad científica era más intensa; los editores de la Far-
macopea Mexicana (1846) fueron casi exclusivamente capitalinos.
Sin embargo, en cuanto al sector involucrado en el proceso existe
una clara diferencia, ya que incluía no sólo a médicos sino también
a farmacéuticos. Cabe precisar que durante la primera mitad del
siglo XIX, la comunidad científica mexicana conformaba un estre-
cho grupo social, en el cual los farmacéuticos representaban una
minoría cuyos intereses y ambiciones raramente encontraban apoyo
en las esferas más influyentes del país.

    Como es de suponer no faltaron los inconformes ante esta situa-
ción, como fue el caso de Leopoldo Río de la Loza (1807-1876),
destacado farmacéutico y médico, quien tenía la inquietud de editar
una farmacopea nacional para así cubrir la necesidad de un formu-
lario actualizado y moderno, en el que se tratara de manera exclu-
siva la materia médica nacional y se uniformaran de una vez por
todas la nomenclatura y la metodología para preparar medicamen-
tos (9). Con el propósito de sistematizar el ejercicio de la profesión
y escribir una farmacopea nacional, Río de la Loza convocó a varios
médicos y farmacéuticos para establecer una Academia de Farmacia.
El 28 de febrero de 1839, este grupo solicitó al gobierno un permiso

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