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VOL. 74 (1), 51-64, 2008  LOS HALÓGENOS, ¿MATERIA MINERAL FARMACÉUTICA?

varech o sosa de varech). Las sales sódicas o potásicas se recupera-
ban incinerando las algas desecadas en zanjas longitudinales excava-
das a lo largo de la playa, y lixiviando las cenizas (12, 17). Conforme
la evaporación procede, comienza a precipitar el cloruro sódico, y
después, el cloruro y sulfato potásicos. La adición de ácido sulfúrico
destruye los compuestos de azufre presentes en las aguas madres, y
un día Courtois lo empleó en exceso, observando con asombro cómo
se formaban hermosas nubes de vapor violeta, con un irritante olor
parecido al del cloro, que condensaban sobre objetos fríos originan-
do cristales oscuros de lustre acerado, metálico (4, 10, 12).

    Courtois advierte la presencia de un nuevo elemento, dadas las
propiedades de la sustancia, pero al estar su laboratorio mal equi-
pado y tener que atender su propio negocio, ruega a sus paisanos
Clement y Desormes, que prosigan las investigaciones y anuncien
el descubrimiento (11, 12). La naturaleza elemental del iodo fue
demostrada por Davy y Gay Lussac, independientemente, en 1813.
El químico francés propuso el nombre de iodo para el nuevo elemen-
to (del griego «ioeidés», violeta) y el científico inglés «iodino», ha-
biendo prevalecido el primero (2).

    En 1815 los puertos franceses se abrieron a la importación de
muchos productos, entre ellos el salitre del Indo, hecho que causó
la ruina de las «nitrières» artificielles (11) y por ende la de Courtois.
El creciente interés del iodo como agente terapéutico animó a em-
prender su producción (15), y Courtois trabajó durante algunos años
en la fabricación de compuestos de iodo y otros reactivos químicos,
pero en 1835 renunció a sus negocios. Poco antes, en 1831, gracias
a una generosa iniciativa de Thenard, la Academia de Ciencias otor-
gó a Courtois el Premio Montyon, establecido en pro del arte de
curar, concedido también a Coindet por la aplicación del iodo en el
tratamiento del bocio, y a Lugol por haber ideado el tratamiento
médico preciso (14).

    Bernard Courtois murió pobre en París a la edad de sesenta y dos
años, sin honores ni gloria. Como reza en una breve necrológica
aparecida en el Journal de Chimie Medicale, de Pharmacie et de
Toxicologie (12): «de haber patentado su descubrimiento probable-
mente hubiera muerto muy rico». En el centenario del descubri-
miento, se colocó una placa conmemorativa en su casa, y un año
más tarde la ciudad de Dijon le dedicó una calle (15).

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