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VOL. 74 (1), 51-64, 2008  LOS HALÓGENOS, ¿MATERIA MINERAL FARMACÉUTICA?

Malmoe, Estocolmo, Upsala y Köping (5), es un firme candidato al
honor de haber sido uno de los químicos más eminentes (6). Como
Mozart en la música, toca todas las ramas de su campo en una vida
de tan sólo unas décadas, pero que lega una huella indeleble a la
posteridad. Scheele provenía de una tradición química farmacéutica
con hondas raíces en un amplio contexto cultural alemán (7). Sus
palabras denotan el orgullo que siente por su profesión: «Practico mi
investigación química sólo como algo colateral en orden a no descui-
dar mis obligaciones de boticario» (6), escribe en una carta destina-
da a Wilcke, Secretario de la Real Academia Sueca, de la que llega
a ser miembro a la temprana edad de treinta y dos años.

    Scheele interroga a la naturaleza, único libro según Dumas donde
aprende y estudia el «Cours de Chymie», de Nicolás Lemery, que
data de 1675: «No doy opinión si no está antes comprobada por la
experiencia» de tal forma que, tratándose de hechos, Dumas es in-
falible (8). En su trabajo más importante (7), De Magnesia Nigra,
publicado en 1774, da cuenta de la obtención de cuatro nuevos ele-
mentos:

    «Analizando la magnesia negra (dióxido de manganeso) —posi-
blemente por recomendación de Bergman— descubre el manganeso;
al tratarla con ácido sulfúrico obtiene el oxígeno, y al someterla a la
acción del ácido clorhídrico (muriático) revela la presencia del cloro,
al que denomina ácido muriático deflogisticado. Estudia las impure-
zas de este mineral, descubriendo así la tierra pesada o barita, y por
último, al calentarlo con hidróxido de potasio obtiene el manganato
correspondiente (camaleón mineral) que por la acción de los ácidos
origina permanganato potásico» (4, 7).

    Aunque Scheele no era un teórico, poseía en grado sumo la intui-
ción química, criterio y sentido prácticos: «Es la verdad lo que ando
buscando, y qué deleite es encontrarla» (6, 9). Debido a las propie-
dades fuertemente oxidantes del elemento, la mayor parte de los
químicos, incluido Lavoisier, pensaban que esta sustancia contenía
oxígeno y pasó a denominarse (10) ácido oximuriático. En 1810
Davy aporta pruebas convincentes de su naturaleza elemental, de-
moliendo la teoría de la acidez de Lavoisier, y propone para su
denominación el nombre de clorino (del griego cloros, verde amari-
llento), que Gay Lussac en 1812 cambia por el de cloro (4, 10).

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