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VOL. 73 (3), 653-692, 2007 ACEITE DE OLIVA, CLAVE DE VIDA EN LA CUENCA...
Coran comenta (23:20): «El árbol que brota en el Monte Sinaí que
da grasa y condimento a los comedores»; o en (24;35): «Dios es la luz
de los cielos y de la tierra. Su luz es a semejanza de una hornacina
en la que haya una candileja. La candileja está en un recipiente de
vidrio que parece un astro rutilante. Se enciende gracias a un árbol
bendito, el olivo, no oriental ni occidental, cuyo aceite casi reluce
aunque no lo toque el fuego. Luz sobre luz» (1).
Se desconoce la época en que se inicia el cultivo del olivo en
España, aunque se acepta que se debió a los fenicios o los griegos,
aunque su cultivo no logró demasiada importancia hasta la romani-
zación. El descubrimiento del monte Testaccio en 1878 por Heinrich
Dressell, junto al río Tiber, define claramente la importancia que
tuvo el aceite hispano en el imperio romano. Este monte está inte-
grado por trozos de unos 40 millones de ánforas que se utilizaron
para el transporte de aceite desde la Bética y desde el 138 al 260
después de Cristo salieron para este puerto de Itálica más de dos
millones de toneladas de aceite (1). La continuidad del comercio
oleícola con Roma se extiende al menos hasta el siglo V de nuestra
era y estuvo basada en su calidad que competía con éxito frente a los
aceites de la Apuglia y la Campania.
Según información escrita, el olivo se extendía por la mitad
meridional de Hispania. Plinio alaba el cultivo de la Betica y las
aceituna de la Emerita Agusta. Apiano habla de los olivares del sis-
tema central arriba del Tajo, Avieno denominó al río Ebro como
«oleum flumen», lo que sugiere la existencia de olivos en las Áreas
de César Agusta y de la Ilerda. La caída del imperio romano también
supuso la del cultivo del olivo, pero más tarde la olivocultura se re-
cuperó con los visigodos.
Durante la denominación árabe, el aceite de oliva tuvo un espe-
cial relieve. El Idrisi reseña plantaciones en Jaca, Lérida, Mezqui-
nenza y Fraga. Son ilustres las zonas de Priego, Cabra y Arcos y
como mejor aceite el del Aljarafe de Sevilla. Abu-Zacharia-Ebn-El-
Awan, en el siglo XII, habla de los bosques de olivos junto a Sevilla
y lo admirable del aceite de Astigi (Sevilla).
Alonso de Herrera en su Agricultura General señala la importan-
cia que debió tener el olivo en España en el siglo XVI, ocupando una
extensión probablemente superior a la actual.
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