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VOL. 72 (2), 301-315, 2006  GRIPE AVIAR: SITUACIÓN ACTUAL

    Diversas especies de aves silvestres (o salvajes), a causa de sus
largos recorridos migratorios, son vehículos portadores de virus que,
si éstos pertenecen al subtipo H5N1, se caracterizan por su elevada
patogenicidad para los seres humanos. Destacan entre estas aves: el
ánade real (Anas platyrhinchos), que es una de las especies más
abundantes de pato silvestre de la que son descendientes la mayor
parte de los patos domésticos; la cuchara común, el ánsar careto, la
gaviota reidora, el avefría, etc.

    La primera de dichas especies, sobre todo: a) por realizar larguí-
simos recorridos migratorios anualmente; b) por anidar frecuente-
mente en la proximidad de donde se crían aves domésticas como las
gallinas; y c) por resistir (hasta el año 2005, al menos) la ubicación
en ella del virus H5N1 sin sufrir aparentemente serios trastornos, es
considerada como un portador vírico especialmente peligroso. No
obstante, también es un ave beneficiosa, por destruir larvas de
mosquitos, etc.

    En cuanto al pato doméstico, resultados de la investigación diri-
gida por R. G. Webster (14) sugieren que «ha llegado a ser el “caba-
llo de Troya” de los virus de influenza en Asia H5N1», por cuanto en
dicha ave estos virus incluso pueden disminuir su patogenicidad,
expandiéndose a otras especies.

    Se ha considerado que «es natural que la virulencia del virus
decrezca gradualmente en aves acuáticas. […] Pero es inusual y pre-
ocupante que el virus que es compatible para una especie de ave es
sin embargo letal para otra cuando las dos se crían juntas» (15).

    En julio de 2005, el citado Webster et al. (14) se plantearon la
siguiente disyuntiva: o «la biología de la influenza en patos domés-
ticos difiere de la de aves silvestres acuáticas o la biología de los
patos domésticos ha cambiado dramáticamente».

    Normile, en noviembre de 2005 (15), estimaba que el «virus de
2004 parece ser que ha llegado a ser más estable, sobreviviendo
durante seis días a temperaturas de 37º C, en comparación con los
dos días de cepas más antiguas».

    Este mismo autor (16) ya había recogido, en mayo de 2005, el
testimonio de Jennis, según el cual «el virus podría haber adquirido
la capacidad de persistir más tiempo en el entorno, o quizá las aves

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