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MIGUEL F. BRAÑAY COLS.  AN. R. ACAD. NAC. FARM.

y le convenció de que iniciase la evaluación del AAS en animal de
experimentación. El trabajo de laboratorio demostró el perfil farma-
cológico esperado y Dreser los publicó como único autor del descu-
brimiento (4). Se realizaron dos ensayos clínicos en Berlín y en
Halle, que se publicaron en el mismo año y demostraron que el AAS
era tan eficaz como el ácido salicílico, pero mucho mejor tolerado al
carecer de los efectos indeseables de éste.

    A la vista de los resultados clínicos, Bayer consideró la posibili-
dad de comercialización del AAS que al no poder ser patentado
como producto, decidió solicitar una patente de procedimiento,
donde se reivindicaba el método industrial de fabricación. La segun-
da decisión fue el registro de la marca, Aspirin®, nombre derivado de
la A de acetilo, spir de la planta de la que se extrajo inicialmente el
AAS, la Spirea ulmaria, y la terminación in para muchos medica-
mentos de la época. En el año 1934, Bayer pone en la patente ame-
ricana como único inventor a Hoffmann y como tal ha sido recono-
cido hasta nuestros días (5).

    Dos fenómenos influyeron en la falta de reconocimiento del
mérito de Eichengrün en el descubrimiento de la aspirina: su salida
de Bayer y el hecho de ser judío, por lo que los nazis, a principio de
los años treinta, decidieron cambiar la historia y dar todo el crédito
del descubrimiento a su ayudante, el ario Hoffmann. Por si esto
fuera poco, inventaron la historia sentimental del sufrimiento de un
padre reumático que no toleraba los salicilatos, por lo que le pidió
al gran químico de su hijo que resolviera el problema (algunas ver-
siones hablan de un tío en vez de su padre).

    Eichengrün fue un hombre rico cuya empresa colaboraba —esta-
ba casado con una mujer aria— con el régimen nazi, hasta que en
1943 cayó en desgracia y le condenaron inicialmente a cuatro meses
de prisión para, finalmente, ser recluido en el campo de concentra-
ción de Theresienstadt, donde sufrió catorce meses, hasta que fue
liberado por las tropas soviéticas.

    En el año 1949, publicó en la revista Pharmazie (6) un artículo
donde describe la verdadera historia del fármaco y que Hoffmann se
limitó a seguir sus instrucciones, sin incluso saber el objetivo del
trabajo, y que desde luego el medicamento no hubiera salido al
mercado en 1899, si él no se hubiera esforzado. Lamentablemente,

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