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B. SANZ ANAL. REAL ACAD. NAL. FARM.
que acaecían por la boca y por la piel. Sanctorius pensó que las pérdidas
de peso se debían solo al agua eliminada ya que desconocía la naturaleza
del aire y de los gases.
Fue Robert Boyle quien demostró que tanto el aire como los gases
eran sustancias materiales, y que, como tales, tenían peso. Quizá
convenga recordar (Sanz, 1988) que Robert Boyle también contribuyó al
desarrollo de la entonces incipiente tecnología de los alimentos al idear un
sistema de conservación de la carne que permitía mantenerla en
condiciones de comestibilidad durante el tiempo que se invertía en el
viaje desde Londres a las Indias Orientales (unos 6 meses). Consistía en
asar ligeramente la carne, cortarla en trozos pequeños y envasarla, sin
dejar huecos, en una orza o tinaja. Para ello se le adicionaba mantequilla
fundida hasta que cubría totalmente la carne y la orza se tapaba con una
tela y una tapa de madera. Boyle insistía mucho en la importancia de
excluir el aire.
2. ÉPOCA DE FABULACIONES
Un suceso que gozó de gran notoriedad, durante los primeros 3 lustros
del siglo XIX en las Islas Británicas, fue la historia de Ann Moore, una
señora de Tutbury de quien se decía que llevaba cinco años sin comer ni
beber porque tras una larga enfermedad había perdido todo deseo de agua
y alimentos. Mucha gente, incluidos su propio médico y el párroco local,
lo creyeron a pie juntillas, hasta que el Dr. Alexander Herdenson, un
médico de la nueva escuela y como tal, entusiasta partidario de la
experimentación, descubrió el fraude y lo dio a conocer en un opúsculo
titulado An examination of the imposture of Ann Moore, Londres, 1813.
Ahora sonreímos ante la ingenuidad de quienes creían en
fantasiosas historias de este tipo, mas no debe olvidarse que por entonces
nadie sabía que la energía calórica y la mecánica eran interconvertibles y
hasta finales del siglo XVIII se desconocía que la fuente de calor animal
eran los alimentos, como demostró Lavoisier; tampoco se conocía la ley
de la conservación de la energía. En una época en la que no se tenía ni
idea de los complejos mecanismos responsables de la degradación
oxidativa de los alimentos, no tiene nada de extraño que, como dicen
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